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<strong>El</strong> exorcista<br />
William Blatty<br />
—De todos modos, yo le podría <strong>de</strong>cir al juez que es secreto <strong>de</strong> confesión<br />
-manifestó el jesuita sonriendo con una mueca <strong>de</strong> disgusto, mientras se<br />
metía la camisa <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l pantalón-. Es un <strong>de</strong>cir -agregó.<br />
<strong>El</strong> <strong>de</strong>tective le echó una mirada, levemente sombría.<br />
—¿Quiere que vayamos al grano, padre? -dijo. Luego <strong>de</strong>svió la vista <strong>de</strong><br />
modo lúgubre-. ¿’Padre’? -preguntó retóricamente-. Usted es judío; me he<br />
dado cuenta <strong>de</strong> ello tan pronto como lo he visto.<br />
<strong>El</strong> jesuita se rió.<br />
—¡Ríase! -exclamó Kin<strong>de</strong>rman-. ¡Ríase!<br />
Karras, sonriente aún, le dijo:<br />
—Vamos, lo acompañaré hasta el coche. ¿Lo ha <strong>de</strong>jado en el<br />
aparcamiento?<br />
<strong>El</strong> <strong>de</strong>tective levantó la mirada hacia él. Era evi<strong>de</strong>nte que no tenía ganas<br />
<strong>de</strong> irse.<br />
—Entonces, ¿terminamos?<br />
<strong>El</strong> sacerdote puso un pie sobre el banco, se inclinó hacia <strong>de</strong>lante y apoyó<br />
pesadamente un brazo sobre la rodilla.<br />
—Mire, yo no estoy encubriendo a nadie -dijo-. Sinceramente. Si<br />
conociera a algún cura como el que usted busca, como mínimo le diría que<br />
existe tal hombre, aunque sin darle el nombre. Luego supongo que<br />
informaría al provincial. Pero no conozco a nadie que se le asemeje.<br />
—¡Ah, bueno! -suspiró el <strong>de</strong>tective-. Nunca creí que fuese usted, ante<br />
todo, sacerdote. -Hizo un a<strong>de</strong>mán con la cabeza, señalando hacia el<br />
aparcamiento-. Sí, lo he <strong>de</strong>jado allí.<br />
Empezaron a caminar.<br />
—Lo que sí sospecho... -continuó el <strong>de</strong>tective-. Si se lo dijera, creería<br />
usted que estoy loco. No sé. No sé. -Movió la cabeza-. Todos estos cultos en<br />
que se mata sin motivo me hacen pensar en cosas raras. Para estar a tono<br />
con esta época, hoy en día hay que estar algo loco.<br />
Karras asintió.<br />
—¿Qué es eso que lleva en la camisa? -le preguntó el <strong>de</strong>tective,<br />
mientras señalaba, con un movimiento <strong>de</strong> cabeza, el pecho <strong>de</strong>l jesuita.<br />
—¿Qué?<br />
—En la camisa -aclaró el <strong>de</strong>tective-. La inscripción. “Filósofos”.<br />
—¡Ah, si! De unos cursos, un año -dijo Karras-, en el Seminario<br />
Woodstock, en Maryland. Jugaba en el equipo <strong>de</strong> béisbol, <strong>de</strong> segunda. Se<br />
llamaba “Filósofos”.<br />
—¿Y el equipo <strong>de</strong> primera?<br />
—“Teólogos”.<br />
Kin<strong>de</strong>rman sonrió y sacudió la cabeza.<br />
—“Teólogos”, tres; “Filósofos”, dos -musitó.<br />
—“Filósofos”, tres; “Teólogos”, dos.<br />
—Claro.<br />
—Claro.<br />
—Cosas extrañas -musitó el <strong>de</strong>tective-. Extrañas. Escuche, padre<br />
-comenzó reticente-. Mire, “doctor”... ¿Estoy loco, o es posible que haya una<br />
especie <strong>de</strong> brujas en el distrito?