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El Exorcista de WILLIAM BLATTY

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<strong>El</strong> exorcista<br />

William Blatty<br />

Por un momento fue incapaz <strong>de</strong> moverse; sintió que el corazón se le<br />

retorcía <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l pecho. Luego miró aquellos ojos que ya no se parecían a<br />

los <strong>de</strong> Regan, sino que eran los tristemente acusadores <strong>de</strong> su madre.<br />

—¿Ya no te sirvo? ¿Por qué me abandonas para que muera sola,<br />

Dimmy? ¿Por qué? ¿Por qué me...?<br />

—“¡Damien!”<br />

Merrin le aferraba el brazo con firmeza.<br />

—Por favor, vaya y <strong>de</strong>scanse un poco, Damien...<br />

—¡Dimmy, “por favor”! ¿Por qué me...?<br />

Entró Sharon a cambiar la ropa <strong>de</strong> la cama.<br />

—¡Vaya y <strong>de</strong>scanse un poco, Damien! -insistió Merrin.<br />

Con un nudo en la garganta, Karras dio media vuelta y salió <strong>de</strong> la<br />

habitación. Se quedó parado en el pasillo. Sentíase débil. Luego bajó las<br />

escaleras, <strong>de</strong>teniéndose in<strong>de</strong>ciso. ¿Un café? Lo ansiaba. Pero aún ansiaba<br />

más la ducha, cambiarse <strong>de</strong> ropa, afeitarse.<br />

Abandonó la casa y cruzó la calle en dirección a la resi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> los<br />

jesuitas. Entró. Fue a tientas hasta su habitación. Y al mirar hacia la cama...<br />

“Olvídate <strong>de</strong> la ducha. Duerme. Media hora”.<br />

Cuando se acercaba al teléfono para avisar en recepción que lo<br />

<strong>de</strong>spertaran, sonó el timbre.<br />

—Diga -contestó con voz ronca.<br />

—Hay una persona que <strong>de</strong>sea verlo, padre Karras; un tal señor<br />

Kin<strong>de</strong>rman.<br />

Durante unos momentos contuvo la respiración, y luego, resignado,<br />

contestó:<br />

—Dígale, por favor, que voy en seguida.<br />

Al colgar el receptor, Karras vio el cartón <strong>de</strong> ‘Camel’ sobre su mesa.<br />

Traía una notita <strong>de</strong> Dyer.<br />

La leyó con la vista nublada.<br />

‘Se ha encontrado una llave <strong>de</strong>l _’Club Play Boy_’ en el reclinatorio <strong>de</strong> la<br />

capilla, frente a las luces votivas. ¿Es tuya? Pue<strong>de</strong>s reclamarla en recepción.’<br />

Inexpresivo, Karras <strong>de</strong>jó la nota, se puso ropa limpia y salió <strong>de</strong> la<br />

habitación. Se olvidó <strong>de</strong> coger los cigarrillos.<br />

Ya en recepción vio a Kin<strong>de</strong>rman junto al mostrador, arreglando, con<br />

gesto <strong>de</strong>licado, las flores <strong>de</strong> un jarrón. Al oír que Karras llegaba, volvióse<br />

mientras sostenía por el tallo una camelia rosada.<br />

—¡Ah, padre! ¡Padre Karras...! -exclamó Kin<strong>de</strong>rman; pero cambió su<br />

expresión alegre por otra <strong>de</strong> preocupación al ver el agotamiento en la cara<br />

<strong>de</strong>l jesuita. Rápidamente <strong>de</strong>jó la camelia en su lugar y salió al encuentro <strong>de</strong><br />

Karras-. ¡Tiene muy mal aspecto! ¿Qué pasa? ¡Eso le ocurre <strong>de</strong> tanto correr<br />

por la pista! ¡Deje <strong>de</strong> hacerlo! ¡Venga conmigo! -Tomándolo por el codo, lo<br />

llevó hacia la calle-. ¿Tiene un minuto disponible? -le preguntó al pasar por la<br />

puerta <strong>de</strong> entrada.

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