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El Exorcista de WILLIAM BLATTY

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<strong>El</strong> exorcista<br />

William Blatty<br />

—¡Ninguno! -Los ojos <strong>de</strong>l <strong>de</strong>monio lanzaban <strong>de</strong>stellos <strong>de</strong> odio.<br />

—¿Quién es la persona con la que estuve hablando anteriormente?<br />

-preguntó Karras.<br />

—Ya lo preguntaste.<br />

—Lo sé, pero nunca me diste una respuesta.<br />

—Sólo otro amigo <strong>de</strong> la dulce y querida puerca, estimado Karras.<br />

—¿Puedo hablar con él?<br />

—No. Está ocupado con tu madre. -Emitió suaves risitas ahogadas.<br />

Mostrábase burlón, y Karras sintió que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lo más profundo lo iba<br />

ganando la ira, un temblor <strong>de</strong> odio que el sacerdote reconoció, asombrado,<br />

que no iba dirigido contra Regan, sino contra el <strong>de</strong>monio. “¡<strong>El</strong> <strong>de</strong>monio! ¿Qué<br />

diablos te pasa, Karras?”. <strong>El</strong> jesuita consiguió mantener la calma en lo<br />

posible, respiró profundamente, se puso <strong>de</strong> pie y se sacó <strong>de</strong>l bolsillo el<br />

hisopo con agua bendita. Lo <strong>de</strong>stapó.<br />

<strong>El</strong> <strong>de</strong>monio <strong>de</strong>svió la mirada.<br />

—¿Qué es eso?<br />

—¿No lo sabes? -preguntó Karras, tapando a medias con su pulgar la<br />

boca <strong>de</strong>l hisopo, mientras comenzaba a salpicar a Regan con su contenido-.<br />

Es agua bendita, diablo.<br />

<strong>El</strong> <strong>de</strong>monio se encogió, se retorció, mugiendo con terror y sufrimiento.<br />

—¡Quema! ¡Quema! ¡Ah, basta ya, basta, basta!<br />

Inexpresivo, Karras <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> rociarlo. “Histeria. Sugestión”.<br />

Leyó “el libro”. Echó una mirada a la grabadora. ¿“Para” qué<br />

molestarse?<br />

Notó que había quedado en silencio. Miró a Regan. Frunció las cejas.<br />

“¿Qué es esto? ¿Qué está sucediendo?” La personalidad diabólica se había<br />

evaporado, y en su lagar había unas facciones parecidas y, sin embargo,<br />

diferentes. Tenía los ojos en blanco. Murmullo. Lento. Un parloteo febril.<br />

Karras se acercó a la cama. Se inclinó para escuchar. “¿Qué es?<br />

Nada. Y, sin embargo... Tiene ca<strong>de</strong>ncia. Como un idioma”. ¿No será...?<br />

Sintió la vibración <strong>de</strong> unas alas en su estómago, las sujetó fuertemente, las<br />

inmovilizó.<br />

“¡Vamos, no seas idiota!” Y, sin embargo...<br />

Echó una rápida mirada al control <strong>de</strong>l volumen <strong>de</strong> la grabadora.<br />

No se encendía. Tocó el pulsador para aumentarlo, y escuchó <strong>de</strong> nuevo,<br />

con el oído cerca <strong>de</strong> los labios <strong>de</strong> Regan. <strong>El</strong> parloteo cesó y fue reemplazado<br />

por una respiración áspera y profunda.<br />

Karras se irguió.<br />

—¿Quién eres? -preguntó.<br />

—Eidanyoson -respondió el ente. Susurro doloroso. Sufriente.<br />

Ojos en blanco. Párpados que se agitan-. Eidanyoson. -La voz gangosa y<br />

entrecortada, como el alma <strong>de</strong> su dueño, parecía enclaustrada en un oscuro<br />

y velado espacio, más allá <strong>de</strong>l tiempo.<br />

—¿Es ése tu nombre? -Karras frunció el ceño.<br />

Los labios se movían. Sílabas febriles. Lentas. Ininteligibles. En seguida<br />

cesaron.<br />

—¿Me pue<strong>de</strong>s enten<strong>de</strong>r?

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