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El Exorcista de WILLIAM BLATTY

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<strong>El</strong> exorcista<br />

William Blatty<br />

Era Karl, que había bajado, corriendo, la escalera y, tras cogerle la<br />

maleta, lo condujo por el pasillo.<br />

—Le hemos puesto una cama en el <strong>de</strong>spacho, padre. -Chris estaba<br />

inquieta-. Es muy cómoda, y he creído que querría estar solo. Le mostraré<br />

dón<strong>de</strong> está. -Se había puesto en movimiento, pero se <strong>de</strong>tuvo-. ¿O prefiere<br />

saludar antes al padre Karras?<br />

—Antes me gustaría ver a su hija -dijo Merrin.<br />

<strong>El</strong>la pareció <strong>de</strong>sconcertada.<br />

—¿Ahora mismo, padre?<br />

Él volvió a mirar hacia arriba, con distante atención.<br />

—Sí, ahora mismo.<br />

—Debe <strong>de</strong> estar durmiendo.<br />

—Creo que no.<br />

—Bueno, si...<br />

De repente, Chris retrocedió al oír un ruido que venía <strong>de</strong> la planta alta.<br />

Era la voz <strong>de</strong>l <strong>de</strong>monio, tonante y apagada a la vez, que gruñía como si<br />

pronunciara un sepelio.<br />

—¡Merriiiinnnnn!<br />

Luego, un tremendo y escalofriante puñetazo, asestado contra una<br />

pared <strong>de</strong>l dormitorio.<br />

—“¡Dios Todopo<strong>de</strong>roso!” -musitó Chris mientras apretaba una mano<br />

pálida contra su pecho. Atónita, miró a Merrin. <strong>El</strong> sacerdote no se había<br />

movido. Seguía mirando hacia arriba, intensa, pero serenamente, y en sus<br />

ojos no había la más leve huella <strong>de</strong> sorpresa. Más aún, pensó Chris, parecía<br />

como si lo reconociera.<br />

Otro golpe hizo temblar las pare<strong>de</strong>s.<br />

—¡Merriiiinnnnnnnnn!<br />

<strong>El</strong> jesuita se a<strong>de</strong>lantó lentamente, absorto, ignorando la presencia <strong>de</strong><br />

Chris, que abría la boca maravillada; <strong>de</strong> Karl, que salía, ágil e incrédulo, <strong>de</strong>l<br />

<strong>de</strong>spacho; <strong>de</strong> Karras, que surgía, azorado, <strong>de</strong> la cocina, mientras<br />

continuaban los gruñidos y golpes <strong>de</strong> pesadilla.<br />

Lentamente subió las escaleras; su fina mano <strong>de</strong> alabastro se <strong>de</strong>slizaba<br />

por la barandilla.<br />

Karras se acercó a Chris y, juntos, observaron <strong>de</strong>s<strong>de</strong> abajo, mientras<br />

Merrin entraba en el dormitorio <strong>de</strong> Regan y cerraba la puerta <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> sí.<br />

Durante un rato hubo silencio. Luego, <strong>de</strong> pronto, el <strong>de</strong>monio lanzó una<br />

carcajada y Merrin salió. Cerró la puerta y caminó por el pasillo. A su<br />

espalda, la puerta se abrió <strong>de</strong> nuevo, y Sharon asomó la cabeza y lo vio<br />

alejarse con una expresión extraña en sus ojos.<br />

<strong>El</strong> jesuita bajó rápidamente las escaleras, extendiéndole la mano a<br />

Karras, que esperaba.<br />

—Padre Karras...<br />

—¿Qué tal, padre?<br />

Merrin tomó la otra mano <strong>de</strong>l sacerdote entre las suyas y la apretó con<br />

fuerza; escudriñaba la cara <strong>de</strong> Karras con una mirada seria y preocupada,<br />

mientras en la planta alta la risa había sido sustituida por groseras<br />

obscenida<strong>de</strong>s dirigidas a Merrin.

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