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El Exorcista de WILLIAM BLATTY

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<strong>El</strong> exorcista<br />

William Blatty<br />

Chris comprobó que Regan seguía dormida. Luego se acordó <strong>de</strong>l tablero<br />

Ouija. ¿Debería escon<strong>de</strong>rlo? ¿Tirarlo? “¡Qué oscura se muestra Mary Jo<br />

cuando trata este tema!” Y, sin embargo, Chris se daba cuenta <strong>de</strong> que eso<br />

<strong>de</strong>l compañero <strong>de</strong> juego imaginario era morboso y poco saludable. “Sí, tal<br />

vez tendría que tirarlo”.<br />

No obstante, Chris vacilaba.<br />

Inmóvil junto a la cama <strong>de</strong> Regan, se acordó <strong>de</strong> un inci<strong>de</strong>nte ocurrido<br />

cuando su hija tenía sólo tres años, la noche en que Howard <strong>de</strong>cidió que ya<br />

era bastante mayorcita para seguir tomando el biberón, al que se aferraba<br />

con <strong>de</strong>lectación.<br />

Se lo quitó aquella noche; Regan estuvo gritando hasta las cuatro <strong>de</strong> la<br />

madrugada, y durante días mostróse histérica. Y ahora, Chris temía una<br />

reacción similar. “Lo mejor es que se lo explique todo a un psicoanalista”.<br />

Por otra parte -reflexionó-, la ‘Ritalina’ no había tenido aún tiempo <strong>de</strong> surtir<br />

efecto.<br />

Finalmente, <strong>de</strong>cidió esperar.<br />

Chris volvió a su cuarto, se metió, cansada, en la cama, y casi al<br />

instante se quedó dormida. Se <strong>de</strong>spertó al oír un horrible alarido histérico,<br />

semiinconsciente.<br />

—¡Mamá, ven “aquí”, ven “aquí”, tengo “miedo”!<br />

—¡Voy en seguida, pequeña!<br />

Chris corrió por el pasillo hacia el dormitorio <strong>de</strong> Regan.<br />

Gemidos. Llantos. Ruidos, al parecer, <strong>de</strong> los muelles <strong>de</strong>l colchón.<br />

—¡Oh, mi nenita! ¿Qué pasa? -exclamó Chris mientras encendía la luz.<br />

“¡Dios mío!”<br />

Regan yacía, rígida, boca arriba, con la cara bañada en lágrimas,<br />

contraída por el terror y aferrada firmemente a los lados <strong>de</strong> su estrecha<br />

cama.<br />

—Mamá, ¿por qué se agita? -gritó-. ¡Hazla “parar”! ¡Tengo mucho<br />

“miedo”! ¡Hazla “parar”! ¡Mamá, por favor, hazla “parar”!<br />

<strong>El</strong> colchón se agitaba violentamente <strong>de</strong> la cabeza a los pies.

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