Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
<strong>El</strong> exorcista<br />
William Blatty<br />
—No. Abogado.<br />
<strong>El</strong> <strong>de</strong>tective se dirigió nuevamente a Chris.<br />
—Los sirvientes, ¿no reciben visitas?<br />
—No, nunca.<br />
—¿No esperaba usted algún paquete aquel día?<br />
—Que yo sepa, no. ¿Por qué?<br />
—Como usted ha dicho, míster Dennings (y no es por hablar mal <strong>de</strong> los<br />
muertos, que en paz <strong>de</strong>scansen), se ponía algo... digamos irascible, en un<br />
estado, sin duda, capaz <strong>de</strong> provocar una pelea; en este caso, un ataque <strong>de</strong><br />
furia con algún repartidor que hubiera venido a entregar un paquete...<br />
Conque usted no esperaba que le enviasen nada, ¿verdad? ¿Algo <strong>de</strong> la<br />
tintorería, tal vez? ¿<strong>El</strong> pedido <strong>de</strong>l almacén? ¿Algún encargo?<br />
—De veras que no lo sé -contestó Chris-. Karl se encarga <strong>de</strong> todo eso.<br />
—¡Ah, claro!<br />
—¿Quiere preguntarle a él?<br />
<strong>El</strong> <strong>de</strong>tective suspiró, reclinándose para atrás, con las manos metidas en<br />
los bolsillos <strong>de</strong>l abrigo.<br />
Miró, hosco, el libro sobre brujería.<br />
—No importa, no se moleste; es una posibilidad muy remota. Usted<br />
tiene una hija enferma y... bueno, no se moleste. -Hizo un a<strong>de</strong>mán como si<br />
<strong>de</strong>sechara la i<strong>de</strong>a y se levantó <strong>de</strong> la silla-. Ha sido un placer conocerla, miss<br />
Spencer.<br />
—Lo mismo digo -respondió Sharon, con un distraído movimiento <strong>de</strong><br />
cabeza.<br />
—Desconcertante -dijo Kin<strong>de</strong>rman moviendo también la cabeza-.<br />
Extraño. -Estaba concentrado en algún pensamiento íntimo. Después<br />
miró a Chris, cuando ésta se levantó <strong>de</strong> la silla-. Bueno, lamento haberla<br />
molestado por nada. Perdóneme.<br />
—No hay <strong>de</strong> qué. Le acompañaré hasta la puerta -le dijo Chris, solícita.<br />
—No se moleste.<br />
—No es molestia.<br />
—Bueno, si insiste... A propósito -dijo al salir <strong>de</strong> la cocina-, sé que es<br />
una posibilidad entre un millón, pero me gustaría que le preguntara usted a<br />
su hija si vio a míster Dennings en su dormitorio aquella noche.<br />
Chris caminaba con los brazos cruzados.<br />
—Mire, en primer lugar <strong>de</strong>bo <strong>de</strong>cirle que no tenía ningún motivo para<br />
subir.<br />
—Sí, lo comprendo. Es verdad; pero si unos investigadores ingleses no<br />
se hubieran preguntado nunca ‘¿Qué es esta fungosidad?’, hoy no<br />
tendríamos la penicilina. ¿No le parece? Por favor, pregúnteselo. ¿Lo hará?<br />
—Cuando mejore algo, se lo preguntaré.<br />
—No le pue<strong>de</strong> hacer daño.<br />
Mientras tanto... -Habían llegado a la puerta <strong>de</strong> entrada, y Kin<strong>de</strong>rman<br />
titubeó, avergonzado. Se llevó los <strong>de</strong>dos a los labios en un gesto <strong>de</strong> duda-.<br />
Mire, me repugna tener que <strong>de</strong>cirle esto, pero...<br />
Chris se puso tensa, esperando un nuevo impacto; la premonición<br />
resonaba otra vez en su sangre.