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<strong>El</strong> exorcista<br />
William Blatty<br />
hacer unas discretas presentaciones. Pero ahora siento un picor terrible, y no<br />
puedo rascarme. ¿Podrías aflojarme una correa sólo un momento, Karras?<br />
—No; dime dón<strong>de</strong> te pica y yo te rascaré.<br />
—¡Muy astuto, muy astuto!<br />
—Muéstrame a Regan y quizás entonces te aflojaré una correa -ofreció<br />
Karras-. Si...<br />
Bruscamente se echó hacia atrás, espantado al contemplar aquellos ojos<br />
llenos <strong>de</strong> terror, al ver aquella boca que se abría <strong>de</strong>smesuradamente, en una<br />
silenciosa petición <strong>de</strong> ayuda. Pero, <strong>de</strong> inmediato, la entidad <strong>de</strong> Regan se<br />
esfumó en una rápida y borrosa remo<strong>de</strong>lación <strong>de</strong> facciones.<br />
—¿No vas a quitarme estas correas? -preguntó una voz zalamera, con<br />
evi<strong>de</strong>nte acento británico. De pronto retornó la personalidad diabólica.<br />
—¿Podría ayudar a un viejo sacristán, padre? -graznó, y luego, riéndose,<br />
echó la cabeza hacia atrás.<br />
Karras permanecía sentado y aturdido; sentía <strong>de</strong> nuevo las manos<br />
glaciales en su nuca, ahora más concretas, más firmes. La cosaRegan<br />
interrumpió su risa y lo miró con ojos provocativos.<br />
—A propósito, tu madre está aquí con nosotros, Karras. ¿Quieres <strong>de</strong>jarle<br />
un mensaje? Me ocuparé <strong>de</strong> que lo reciba. -Karras tuvo que saltar <strong>de</strong> la silla<br />
para esquivar un chorro <strong>de</strong> vómito. Le salpicó una parte <strong>de</strong>l jersey y una <strong>de</strong><br />
las manos.<br />
Súbitamente pálido, Karras miró hacia la cama. Regan se reía jubilosa.<br />
Por la mano <strong>de</strong>l sacerdote se <strong>de</strong>slizaba, sobre la alfombra, el producto <strong>de</strong>l<br />
vómito.<br />
—Si eso es verdad -dijo Karras, turbado-, tienes que saber el nombre <strong>de</strong><br />
pila <strong>de</strong> mi madre. ¿Cuál es?<br />
La cosa-Regan emitió un sonido sibilante, mientras sus ojos<br />
<strong>de</strong>sorbitados lanzaban <strong>de</strong>stellos y su cabeza se agitaba con movimientos<br />
ondulantes, como los <strong>de</strong> una cobra.<br />
—¿Cuál es?<br />
Regan lanzó un furioso mugido, como un becerro, que hizo vibrar los<br />
cristales <strong>de</strong> la ventana, y puso los ojos en blanco. Karras la contempló por un<br />
momento; el mugido continuaba. Luego se miró la mano y salió <strong>de</strong> la<br />
habitación. Chris se apartó rápidamente <strong>de</strong> la pared en que estaba apoyada<br />
y contempló, acongojada, el jersey <strong>de</strong>l jesuita.<br />
—¿Qué ha ocurrido? ¿Ha vomitado Regan?<br />
—¿Tiene una toalla? -le preguntó Karras.<br />
—¡<strong>El</strong> baño está aquí mismo! -contestó en seguida, señalando hacia una<br />
puerta <strong>de</strong>l vestíbulo-. ¡Karl, cuídala un momento! -le or<strong>de</strong>nó Chris mientras<br />
seguía al sacerdote hasta el baño.<br />
—¡Lo siento mucho! -exclamó, agitada, mientras sacaba una toalla <strong>de</strong><br />
un tirón. <strong>El</strong> jesuita se acercó al lavabo.<br />
—¿Le han dado algún tranquilizante? -preguntó.<br />
Chris abrió los grifos.<br />
—Sí, ‘Librium’. Quítese el jersey, lo lavaremos.<br />
—¿Qué dosis? -preguntó él, mientras se lo quitaba con la mano<br />
izquierda limpia.