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El Exorcista de WILLIAM BLATTY

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<strong>El</strong> exorcista<br />

William Blatty<br />

—De ninguna manera. Oigo ‘voces’ -respondió el <strong>de</strong>cano, con picardía.<br />

—Uste<strong>de</strong>s saben que allá en Los Ángeles -manifestó Chrisse oyen<br />

muchísimas historias <strong>de</strong> cultos que practican por ahí las brujas. Yo misma<br />

me he preguntado a menudo si no será verdad.<br />

—Bueno, como ya le he dicho, no puedo asegurárselo -contestó el<br />

<strong>de</strong>cano-. Pero yo le diré quién pue<strong>de</strong> hacerlo. Joe Dyer. ¿Dón<strong>de</strong> está Joe?<br />

<strong>El</strong> <strong>de</strong>cano miró a su alre<strong>de</strong>dor.<br />

—Allí -dijo, haciendo un gesto con la cabeza en dirección al sacerdote,<br />

que estaba parado junto a la mesa y les daba la espalda. Se estaba sirviendo<br />

un abundante segundo plato-. ¡Oye, Joe!<br />

<strong>El</strong> joven sacerdote se volvió, mostrando su rostro impasible.<br />

—¿Es a mí, gran <strong>de</strong>cano?<br />

<strong>El</strong> otro jesuita le hizo una seña con la mano.<br />

—Voy en seguida -contestó Dyer, y reanudó su ataque al “curry”.<br />

—Él es el único duen<strong>de</strong> <strong>de</strong>l clero -dijo el <strong>de</strong>cano, con un <strong>de</strong>jo <strong>de</strong> cariño.<br />

Se tomó un sorbo <strong>de</strong> vino-. La semana pasada hubo dos casos <strong>de</strong><br />

profanación en la Santísima Trinidad, y Joe dijo que uno <strong>de</strong> ellos le recordó<br />

ciertas cosas que se hacían en la misa negra, <strong>de</strong> modo que creo que sabe<br />

algo <strong>de</strong>l tema.<br />

—¿Qué ocurrió en la iglesia? -preguntó Mary Jo Perrin.<br />

—Algo muy <strong>de</strong>sagradable -dijo el <strong>de</strong>cano.<br />

—Vamos, ya hemos acabado todos <strong>de</strong> comer.<br />

—No, por favor. Es <strong>de</strong>masiado -objetó.<br />

—Vamos...<br />

—¿Quiere <strong>de</strong>cir que usted no pue<strong>de</strong> leer mis pensamientos, Mary Jo? -le<br />

preguntó él.<br />

—Bueno, podría -respondió ella- pero no creo ser digna <strong>de</strong> “entrar” en<br />

ese sanctasanctórum -emitió una risita ahogada.<br />

—Se trata <strong>de</strong> algo profundamente repugnante -comenzó el <strong>de</strong>cano.<br />

Describió las profanaciones.<br />

En el primero <strong>de</strong> los casos, un viejo sacristán había <strong>de</strong>scubierto un<br />

montón <strong>de</strong> excrementos humanos sobre el mantel <strong>de</strong>l altar, frente al<br />

sagrario.<br />

—“Sí” que es repugnante -dijo mistress Perrin con mueca <strong>de</strong> disgusto.<br />

—Bueno, lo otro es peor aún -comentó el <strong>de</strong>cano. Luego, con ro<strong>de</strong>os y<br />

eufemismos, explicó que se había encontrado un enorme falo, mo<strong>de</strong>lado en<br />

arcilla, bien pegado a una estatua <strong>de</strong> Cristo, en el altar <strong>de</strong> la izquierda.<br />

—¿No les parece repugnante? -concluyó.<br />

Chris notó que Mary Jo parecía sinceramente molesta, al <strong>de</strong>cir:<br />

—¡Basta, por favor! Ahora lamento haberle preguntado. Cambiemos <strong>de</strong><br />

tema.<br />

—No, yo estoy fascinada -dijo Chris.<br />

—Por supuesto. Yo soy un ser fascinante.<br />

Era el padre Dyer, que se acercaba con su plato.<br />

—Espéreme sólo un minuto.<br />

Tengo un asunto pendiente con aquel astronauta.<br />

—¿Qué asunto?

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