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<strong>El</strong> exorcista<br />
William Blatty<br />
matar a otra persona. ¿Quién sabe? -Nuevamente miró <strong>de</strong> soslayo hacia el<br />
río-. Es un problema. ¿Qué hacer? Hipotéticamente, por supuesto. ¿Olvidarlo<br />
y esperar que... -Kin<strong>de</strong>rman hizo una pausa- ‘mejore’? -Se buscó el pañuelo-<br />
. Padre, no sé... no sé. -Se sonó la nariz-. Es una <strong>de</strong>cisión muy grave;<br />
simplemente terrible. -Rebuscó una parte no usada <strong>de</strong>l pañuelo-. Terrible. Y<br />
me molesta mucho ser yo el que tenga que tomarla. -Se sonó <strong>de</strong> nuevo,<br />
dándose ligeros golpecitos en una <strong>de</strong> las aletas <strong>de</strong> la nariz-. Padre, ¿qué<br />
sería lo correcto en tal caso? ¡Hipotéticamente! ¿Qué cree usted que sería lo<br />
correcto hacer?<br />
Por un instante, el jesuita vibró <strong>de</strong> rebeldía. Se encontró con los ojos <strong>de</strong><br />
Kin<strong>de</strong>rman y respondió en tono suave:<br />
—Lo pondría en manos <strong>de</strong> una autoridad superior.<br />
—Creo que ya está ahí en este momento -musitó Kin<strong>de</strong>rman.<br />
—Pues bien, yo lo <strong>de</strong>jaría ahí.<br />
Sus miradas se encontraron <strong>de</strong> nuevo. Kin<strong>de</strong>rman se guardó el pañuelo.<br />
—He pensado que me diría eso. -Contempló el ocaso-. ¡Qué espectáculo<br />
tan hermoso! Digno <strong>de</strong> ser visto. -Se levantó la manga para mirar la hora-.<br />
Tengo que irme. Mi señora estará ya protestando <strong>de</strong> que la cena se enfría.<br />
-Se volvió hacia Karras-. Gracias, padre. Me siento mejor... mucho mejor. A<br />
propósito, ¿podría hacerme el favor <strong>de</strong> dar un recado? Si ve a un señor<br />
llamado Engstrom, dígale: ‘<strong>El</strong>vira se halla en una clínica: está bien.’ Él lo<br />
enten<strong>de</strong>rá. ¿Lo hará? Des<strong>de</strong> luego, si lo ve.<br />
Karras estaba <strong>de</strong>sconcertado.<br />
—¡No faltaría más! -dijo.<br />
—¿No podríamos ir al cine una <strong>de</strong> estas noches, padre?<br />
<strong>El</strong> jesuita bajó la vista y murmuró:<br />
—Sí, pronto.<br />
—‘Pronto.’ Es usted como un rabino cuando habla <strong>de</strong>l Mesías: siempre:<br />
‘Pronto.’ Hágame otro favor, padre. -<strong>El</strong> <strong>de</strong>tective parecía seriamente<br />
preocupado-. Deje <strong>de</strong> correr por la pista durante un tiempo. Camine.<br />
Descanse un poco, no exagere. ¿Lo hará?<br />
—Lo haré.<br />
Con las manos en los bolsillos, el <strong>de</strong>tective miraba la calzada, con aire<br />
resignado.<br />
—Sí, ya sé -suspiró cansinamente-, pronto. Siempre pronto. -Cuando se<br />
disponía a marcharse, cabizbajo aún levantó una mano y la puso sobre el<br />
hombro <strong>de</strong>l jesuita.<br />
Lo apretó. Durante un rato, Karras lo observó alejarse por la calle. Lo<br />
miró con asombro. Con cariño. Y con sorpresa, al comprobar cuán<br />
misteriosos eran los laberintos <strong>de</strong>l corazón. Levantó los ojos hasta las nubes,<br />
teñidas <strong>de</strong> color rosado que flotaban sobre el río, y luego, más al Oeste,<br />
don<strong>de</strong> parecían <strong>de</strong>slizarse hasta los límites <strong>de</strong>l mundo, resplan<strong>de</strong>ciendo<br />
tenues como una promesa que se recuerda. Apoyó el dorso <strong>de</strong> su mano<br />
contra los labios y bajó la vista para escon<strong>de</strong>r la tristeza que le subía <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
la garganta hasta los ojos. Esperó. Ya no se atrevía a enfrentarse con la<br />
puesta <strong>de</strong>l sol. Miró <strong>de</strong> nuevo hacia la ventana <strong>de</strong> Regan; luego regresó a la<br />
casa.