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El Exorcista de WILLIAM BLATTY

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<strong>El</strong> exorcista<br />

William Blatty<br />

—¿Quiere <strong>de</strong>cir que...?<br />

Él la interrumpió.<br />

—Veremos. -Después se volvió hacia Regan-. ¿Pue<strong>de</strong>s <strong>de</strong>cirme qué te<br />

pasa, querida?<br />

—“No lo sé” -respondió-. No sé por qué me hace él esto. -Se le caían las<br />

lágrimas-. Antes había sido siempre mi amigo.<br />

—¿Quién?<br />

—<strong>El</strong> capitán Howdy. Y entonces es como si otra persona estuviera<br />

<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> mí. Y me obliga a hacer cosas.<br />

—¿<strong>El</strong> capitán Howdy?<br />

—No lo sé.<br />

—¿Es una persona?<br />

<strong>El</strong>la asintió.<br />

—¿Quién?<br />

—“No lo sé”.<br />

—Bueno, está bien. Vamos a probar algo, Regan. Un juego. -Hurgó en<br />

su bolsillo en busca <strong>de</strong> una bolita <strong>de</strong> colores brillantes atada a una ca<strong>de</strong>nita<br />

plateada. ¿Nunca has visto películas en las que hipnotizaban a la gente?<br />

<strong>El</strong>la asintió.<br />

—Bueno, yo soy hipnotizador. Sí. Yo vivo hipnotizando a las personas. Si<br />

ellos me <strong>de</strong>jan, claro. Creo que si te hipnotizo a ti, Regan, eso te ayudaría a<br />

ponerte bien. Sí, esa persona que está <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> ti va a salir en seguida.<br />

¿Quieres que te hipnotice? Mira, tu madre está aquí a tu lado.<br />

Regan le preguntó con los ojos.<br />

—Hazlo, querida -la apremió Chris-. Pruébalo.<br />

Regan se dirigió al psiquíatra e hizo un gesto afirmativo con la cabeza.<br />

—Bueno -dijo suavemente-. Pero sólo un poquito.<br />

<strong>El</strong> psiquíatra sonrió y miró bruscamente <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> él al oír como un<br />

ruido <strong>de</strong> vajilla que se rompiera. Un valioso florero se había caído al suelo<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> una cómoda don<strong>de</strong> el doctor Klein apoyaba el antebrazo.<br />

Desconcertado, miró su brazo y luego los fragmentos rotos; se agachó para<br />

recogerlos.<br />

—No se moleste, doctor; Willie los quitará -le dijo Chris.<br />

—¿Podría cerrar las persianas, Sam? -dijo el psiquíatra-. ¿Y bajar las<br />

cortinas?<br />

Cuando la habitación estuvo a oscuras, el psiquíatra cogió la ca<strong>de</strong>na<br />

entre los <strong>de</strong>dos y comenzó a balancear la bolita hacia atrás y hacia <strong>de</strong>lante,<br />

con un movimiento natural. Hizo brillar una luz sobre ella. Resplan<strong>de</strong>cía.<br />

Empezó a musitar un ritual hipnótico.<br />

—Mira esto, Regan, sigue mirando, y pronto sentirás que los párpados<br />

se te ponen pesados, pesados...<br />

Poco <strong>de</strong>spués, la niña parecía estar en trance.<br />

—Extremadamente sugestionable -murmuró el psiquíatra. Luego le<br />

habló a la niña-. ¿Estás cómoda, Regan?<br />

—Sí.<br />

Su voz era suave y susurrante.<br />

—¿Qué edad tienes, Regan?

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