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El Exorcista de WILLIAM BLATTY

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<strong>El</strong> exorcista<br />

William Blatty<br />

se preparó para ir a trabajar. “Sí, tal vez sea mejor un gato, amigo. Mucho<br />

mejor”.<br />

Cuando sonreía, toda su cara parecía arrugarse.<br />

La filmación transcurrió aquel día sin tropiezos. Durante la mañana,<br />

Sharon fue al plató y, en los <strong>de</strong>scansos entre las tomas, en el vestuario<br />

portátil, ella y Chris se ocuparon en <strong>de</strong>spachar la correspon<strong>de</strong>ncia: una carta<br />

a su representante, diciéndole que pensaría en su proposición; otra,<br />

aceptando la invitación a la Casa Blanca; un telegrama a Howard para<br />

recordarle que hablara por teléfono a Regan el día <strong>de</strong> su cumpleaños; una<br />

llamada a su administrador para preguntarle si ella podría permitirse el lujo<br />

<strong>de</strong> no trabajar durante un año; planes para una cena el 23 <strong>de</strong> abril.<br />

Al anochecer, Chris llevó a Regan al cine, y al día siguiente dieron<br />

vueltas por distintos lugares <strong>de</strong> interés en el ‘Jaguar’ <strong>de</strong> Chris. <strong>El</strong> monumento<br />

a Lincoln.<br />

<strong>El</strong> Capitolio. <strong>El</strong> lago bor<strong>de</strong>ado por los cerezos en flor. Comieron algo, <strong>de</strong><br />

pasada. Luego, al otro lado <strong>de</strong>l río, el cementerio <strong>de</strong> Arlington y la Tumba <strong>de</strong>l<br />

Soldado Desconocido. Regan se puso seria, y más tar<strong>de</strong>, junto a la tumba <strong>de</strong><br />

John F. Kennedy, adoptó un aire reservado y un poquito triste.<br />

Contempló la ‘llama eterna’ y luego, calladamente, cogió la mano <strong>de</strong> su<br />

madre.<br />

—Mamá, ¿por qué tiene que morir la gente?<br />

La pregunta taladró el alma <strong>de</strong> la madre. “¡Oh, Rags!, ¿también tú? ¡Oh,<br />

no!” Pero, ¿qué podía <strong>de</strong>cirle? ¿Mentiras? No. Contempló la cara <strong>de</strong> su hija,<br />

sus ojos velados por las lágrimas. ¿Habría percibido sus propios<br />

pensamientos? Era una cosa tan habitual en ella... tan habitual...<br />

—Querida, la gente se cansa -le contestó cariñosamente.<br />

—Mamá, ¿por qué permite Dios eso?<br />

Por un momento, Chris <strong>de</strong>jó vagar la mirada. Estaba <strong>de</strong>sconcertada.<br />

Perturbada. Como era atea, no le había enseñado religión a su hija. Creía<br />

que sería <strong>de</strong>shonesto.<br />

—¿Quién te ha hablado <strong>de</strong> Dios? -le preguntó.<br />

—Sharon.<br />

—¡Ah! Tendría que hablar con ella.<br />

—Mamá, ¿por qué permite Dios que nos cansemos?<br />

Al ver aquellos ojos sensibles y advertir su sufrimiento, Chris se rindió.<br />

No podía <strong>de</strong>cirle lo que creía.<br />

—Bueno, lo que ocurre es que, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un cierto tiempo, Dios nos<br />

echa <strong>de</strong> menos, ¿sabes, Rags?, y quiere que volvamos con él.<br />

Regan se encerró <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces en un obstinado silencio. No habló<br />

durante el trayecto <strong>de</strong> vuelta, ni al día siguiente, domingo, ni el lunes.<br />

<strong>El</strong> martes, día <strong>de</strong> su cumpleaños, pareció cambiar. Chris se la llevó con<br />

ella al plató, y cuando el trabajo hubo terminado, los actores y los técnicos le<br />

cantaron el “Feliz cumpleaños” y trajeron una tarta. Como cuando estaba<br />

sobrio Dennings era un hombre atento y amable, hizo encen<strong>de</strong>r nuevamente<br />

las luces y filmó a la niña cuando cortaba la tarta. Dijo que era una ‘prueba

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