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El Exorcista de WILLIAM BLATTY

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<strong>El</strong> exorcista<br />

William Blatty<br />

fórmula <strong>de</strong> la absolución: ...”in nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti.<br />

Amen”.<br />

Dyer volvió a inclinarse hasta poner <strong>de</strong> nuevo la boca junto a la oreja <strong>de</strong><br />

Karras. Esperó. Luchaba contra un nudo que le atenazaba la garganta. Luego<br />

murmuró:<br />

—¿Estás...?<br />

Se <strong>de</strong>tuvo <strong>de</strong> pronto al sentir que se aflojaba bruscamente la presión<br />

sobre su muñeca. Irguió <strong>de</strong> nuevo el busto y vio aquellos ojos llenos <strong>de</strong> paz y<br />

<strong>de</strong> algo más: algo misteriosamente parecido a la alegría ante el fin <strong>de</strong> una<br />

añoranza <strong>de</strong>l corazón. Los ojos seguían abiertos, mirando. Pero ya nada <strong>de</strong><br />

este mundo. Nada <strong>de</strong> aquí abajo.<br />

Lenta y mansamente, Dyer le cerró los párpados. Oía a lo lejos el silbido<br />

<strong>de</strong> la sirena <strong>de</strong> la ambulancia. Empezó a <strong>de</strong>cir ‘Adiós’, pero no pudo terminar.<br />

Inclinando la cabeza, lloró.<br />

Llegó la ambulancia. Pusieron a Karras en una camilla y cuando lo<br />

estaban cargando, Dyer trepó y se sentó junto al médico. Estiró la mano y<br />

tomó la <strong>de</strong> Karras.<br />

—Ya no pue<strong>de</strong> hacer nada por él, padre -dijo el médico con voz amable-.<br />

No lo haga más duro para usted. No venga.<br />

Dyer mantuvo la vista clavada en la cara <strong>de</strong>shecha. Movió la cabeza. <strong>El</strong><br />

médico dirigió la mirada hacia la puerta trasera <strong>de</strong> la ambulancia, don<strong>de</strong> el<br />

conductor esperaba pacientemente. Le hizo un gesto afirmativo, y el hombre<br />

cerró la puerta. Des<strong>de</strong> la acera, Sharon observaba atónita mientras la<br />

ambulancia partía lentamente. Oyó murmullos <strong>de</strong> los curiosos.<br />

—¿Qué ha pasado?<br />

—¡Qué sé yo!<br />

<strong>El</strong> estri<strong>de</strong>nte silbido <strong>de</strong> la sirena rasgó la noche y quedó flotando sobre<br />

el río, hasta que el conductor se dijo que el tiempo ya no tenía importancia,<br />

y cortó el sonido. <strong>El</strong> río fluía nuevamente en silencio, para dirigirse a unas<br />

orillas más apacibles.

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