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El Exorcista de WILLIAM BLATTY

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<strong>El</strong> exorcista<br />

William Blatty<br />

Se había olvidado <strong>de</strong> la terminología precisa. Miró. Buscó, pasando el<br />

<strong>de</strong>do índice por la hoja <strong>de</strong> un libro que había sobre su mesa. Lo encontró:<br />

‘...fenómenos exteriores verificables que sugieran la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que se <strong>de</strong>ben a<br />

la extraordinaria intervención <strong>de</strong> una causa inteligente ajena al hombre’.<br />

¿Sería ése el caso <strong>de</strong>l hechicero?, se preguntó Karras. “No. ¿Y es ése el<br />

caso <strong>de</strong> Regan?”<br />

Buscó una página que había subrayado con lápiz: ‘“<strong>El</strong> exorcista tendrá<br />

sumo cuidado en no <strong>de</strong>jar sin explicación ninguna <strong>de</strong> las manifestaciones <strong>de</strong>l<br />

paciente”...’<br />

Hizo un gesto afirmativo con la cabeza. Bien. “Veamos”. Moviéndose por<br />

la estancia, examinó las manifestaciones <strong>de</strong> la alteración <strong>de</strong> Regan, junto con<br />

sus posibles explicaciones. Las <strong>de</strong>scartó mentalmente, una por una:<br />

“<strong>El</strong> asombroso cambio en las facciones <strong>de</strong> Regan”.<br />

En parte, por su enfermedad.<br />

En parte, por la falta <strong>de</strong> alimentación. Sobre todo -concluyó- se <strong>de</strong>bía a<br />

un cambio <strong>de</strong> fisonomía como expresión <strong>de</strong> la constitución psíquica. “¡No<br />

importa lo que signifique eso!”, agregó con <strong>de</strong>sagrado.<br />

“<strong>El</strong> asombroso cambio en la voz <strong>de</strong> Regan”.<br />

Aún tenía que oír la voz “original”. Pero aunque hubiera sido suave como<br />

le dijera su madre, el gritar constantemente causaría tumefacción <strong>de</strong> las<br />

cuerdas vocales, lo cual <strong>de</strong>generaría en una voz grave. <strong>El</strong> único problema<br />

-reflexionó- era la portentosa tesitura <strong>de</strong> esa voz, porque aun admitiendo la<br />

tumefacción <strong>de</strong> las cuerdas, parecería fisiológicamente imposible.<br />

Y, sin embargo, en estados patológicos o <strong>de</strong> ansiedad eran corrientes los<br />

<strong>de</strong>spliegues <strong>de</strong> fuerza paranormal a través <strong>de</strong> excesos <strong>de</strong> potencia muscular.<br />

¿No podrían las cuerdas vocales y la caja <strong>de</strong> resonancia estar sujetas a los<br />

mismos efectos misteriosos?<br />

“<strong>El</strong> metabolismo y la inteligencia <strong>de</strong> Regan ampliados repentinamente”.<br />

Criptomnesia: reminiscencias enterradas <strong>de</strong> palabras y datos a los que<br />

había estado expuesta quizás en su infancia. En los sonámbulos -y,<br />

frecuentemente, en los moribundos-, los datos enterrados salían a menudo a<br />

la superficie con una fi<strong>de</strong>lidad casi fotográfica.<br />

“<strong>El</strong> hecho <strong>de</strong> que Regan lo hubiera reconocido como sacerdote”.<br />

Un gran acierto. Si ella “había” leído el capítulo sobre posesión, podría<br />

haber estado a la espera <strong>de</strong> la visita <strong>de</strong> un sacerdote.<br />

Y, <strong>de</strong> acuerdo con Jung, la inconsciente conciencia y sensibilidad <strong>de</strong> los<br />

histéricos podía ser, en ocasiones, cincuenta veces mayor que la normal, lo<br />

cual explicaba la aparentemente auténtica ‘lectura <strong>de</strong>l pensamiento’ que<br />

hacen los médiums valiéndose <strong>de</strong> golpes en la mesa, pues lo que el<br />

inconsciente <strong>de</strong>l médium ‘leía’, en realidad, eran los temblores y vibraciones<br />

creados en la mesa por las manos <strong>de</strong> la persona a quien supuestamente<br />

leían los pensamientos. Los temblores trazaban letras y números.<br />

De este modo, era posible que Regan hubiera podido ‘leer’ su i<strong>de</strong>ntidad<br />

simplemente por su manera <strong>de</strong> comportarse, por el aspecto <strong>de</strong> sus manos,<br />

por el aroma a vino sacramental.<br />

“<strong>El</strong> hecho <strong>de</strong> que Regan supiera que había muerto la madre <strong>de</strong> Karras”.<br />

Una casualidad. Él tenía cuarenta y seis años.

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