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<strong>El</strong> exorcista<br />
William Blatty<br />
Miraron fijamente a Regan. Al cabo <strong>de</strong> un rato, el inexpresivo Klein le<br />
tomó el pulso. Satisfecho, la tapó con la manta e hizo un gesto con la cabeza<br />
a los <strong>de</strong>más, que salieron <strong>de</strong>l cuarto y fueron al <strong>de</strong>spacho.<br />
Durante un tiempo, nadie habló.<br />
Chris estaba en el sofá. Klein y el psiquíatra se sentaron cerca <strong>de</strong> ella,<br />
en sillas enfrentadas. <strong>El</strong> psiquíatra, pensativo, se mordía el labio inferior<br />
mientras miraba fijamente hacia la mesita <strong>de</strong> café; luego suspiró y levantó la<br />
vista hacia Chris. Se encontró con la mirada agotada <strong>de</strong> ella.<br />
—¿Qué diablos pasa? -preguntó ella en un susurro lastimero y ansioso.<br />
—¿Reconoció usted el idioma que hablaba? -le preguntó él.<br />
Chris <strong>de</strong>negó con la cabeza.<br />
—¿Profesa usted alguna religión?<br />
—No.<br />
—¿Y su hija?<br />
—Tampoco.<br />
Entonces el psiquíatra le dirigió una interminable serie <strong>de</strong> preguntas<br />
relacionadas con la historia psicológica <strong>de</strong> Regan. Cuando, por fin, terminó,<br />
parecía <strong>de</strong>sconcertado.<br />
—¿Qué pasa? -preguntó Chris torciendo y retorciendo el pañuelo, hecho<br />
un ovillo, entre sus <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> nudillos blancos-. ¿Qué tiene?<br />
—Es algo confuso -respondió, evasivo, el psiquíatra-. Honestamente<br />
sería muy irresponsable <strong>de</strong> mi parte aventurar un diagnóstico con sólo un<br />
examen tan breve.<br />
—Pero <strong>de</strong>be <strong>de</strong> tener alguna i<strong>de</strong>a, ¿verdad? -insistió ella.<br />
<strong>El</strong> psiquíatra suspiró, apoyándose un <strong>de</strong>do en la ceja.<br />
—Sé que está usted muy ansiosa, por lo cual voy a aventurar una o dos<br />
impresiones hipotéticas.<br />
Chris se inclinó hacia <strong>de</strong>lante y, tensa, asintió. Los <strong>de</strong>dos, sobre su<br />
falda, empezaron a manosear el pañuelo, tanteando las puntadas <strong>de</strong>l<br />
dobladillo como si fueran cuentas <strong>de</strong> un rosario <strong>de</strong> hilo arrugado.<br />
—Para empezar -le dijo-, es casi improbable que esté fingiendo.<br />
Klein asintió.<br />
—Opinamos eso por una “serie” <strong>de</strong> razones -continuó el psiquíatra-. Por<br />
ejemplo, las contorsiones anormales y dolorosas y, sobre todo, por el cambio<br />
<strong>de</strong> sus facciones cuando le hablaba a la persona que ella cree tener <strong>de</strong>ntro.<br />
Un efecto psíquico <strong>de</strong> esa índole no se daría, a menos que ella creyera en<br />
esa “persona”. ¿Me entien<strong>de</strong>?<br />
—Creo que sí -respondió Chris entornando los ojos con asombro-. Pero<br />
no entiendo <strong>de</strong> “dón<strong>de</strong>” viene esa persona. Quiero <strong>de</strong>cir que oigo hablar <strong>de</strong><br />
‘doble personalidad’, pero nunca me han dado una explicación <strong>de</strong>l fenómeno.<br />
—Nadie conoce tal explicación, mistress MacNeil. Usamos conceptos<br />
como ‘conciencia’, ‘mente’, ‘personalidad’, pero no sabemos todavía lo que<br />
son en realidad. -Movía la cabeza con gesto <strong>de</strong> duda-. No lo sabemos. En<br />
absoluto. De modo que cuando yo empiezo a hablar <strong>de</strong> la personalidad doble<br />
o múltiple, expongo sólo algunas teorías que plantean interrogantes, más<br />
que respon<strong>de</strong>r a ellos. Freud opinaba que ciertas i<strong>de</strong>as y sentimientos son<br />
reprimidos por la mente consciente, aunque permanecen ocultos en el