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<strong>El</strong> exorcista<br />
William Blatty<br />
—No importa, no importa -dijo Kin<strong>de</strong>rman mientras se agachaba para<br />
coger <strong>de</strong>l suelo la bola <strong>de</strong> papel.<br />
—Gracias -dijo Sharon.<br />
—De nada. Perdone, ¿es usted la secretaria?<br />
—Sharon, el señor...<br />
—Kin<strong>de</strong>rman -le recordó el <strong>de</strong>tective-. William Kin<strong>de</strong>rman.<br />
—Sí. La señorita Sharon Spencer.<br />
—Es un placer -dijo Kin<strong>de</strong>rman a la rubia, que había cruzado los brazos<br />
sobre la máquina <strong>de</strong> escribir, para examinarlo <strong>de</strong>tenidamente-. Tal vez me<br />
pueda ayudar -agregó-. La noche <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> míster Dennings, usted fue<br />
a la farmacia y lo <strong>de</strong>jó solo en la casa, ¿verdad?<br />
—No. También estaba Regan.<br />
—Regan es mi hija -le aclaró Chris.<br />
Kin<strong>de</strong>rman siguió interrogando a Sharon.<br />
—¿Vino a ver él a mistress MacNeil?<br />
—Sí.<br />
—¿Esperaba él que ella volviera en seguida?<br />
—Yo le dije que creía que vendría <strong>de</strong> un momento a otro.<br />
—Muy bien. ¿Y a qué hora se fue usted? ¿Se acuerda?<br />
—Veamos. Estaba viendo el noticiario, <strong>de</strong> modo que... no, espere... sí,<br />
fue así. Recuerdo que me enojé porque el farmacéutico me dijo que el<br />
repartidor ya se había ido a su casa, y yo me quejé <strong>de</strong> que eran sólo las seis<br />
y media. Luego vino Burke, diez o tal vez veinte minutos más tar<strong>de</strong>.<br />
Pongamos a las seis cuarenta y cinco -concluyó.<br />
—¿Y a qué viene todo eso? -preguntó Chris, cada vez más tensa.<br />
—A que plantea un interrogante, mistress MacNeil -ja<strong>de</strong>ó Kin<strong>de</strong>rman,<br />
que se volvió para mirarla-. Llegar a casa, por ejemplo, a las siete menos<br />
cuarto e irse sólo veinte minutos <strong>de</strong>spués...<br />
—Así era Burke -dijo Chris-. Cosas muy suyas.<br />
—¿También tenía por costumbre frecuentar los bares?<br />
—No.<br />
—Ya me lo parecía. Lo verifiqué. ¿Y tampoco solía coger taxis? ¿No<br />
llamó un taxi <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquí, al irse?<br />
—Pudo haberlo hecho.<br />
—Me pregunto también qué hacía caminando por la explanada superior<br />
<strong>de</strong> la escalinata. Y por qué las Compañías <strong>de</strong> taxis no tienen en sus registros<br />
ninguna llamada <strong>de</strong>s<strong>de</strong> esta casa aquella noche -agregó Kin<strong>de</strong>rman-, aparte<br />
la hecha por Miss Spencer exactamente a las seis cuarenta y siete.<br />
—No sé... -respondió Chris con una voz impersonal... a la espera.<br />
—¿Sabía usted todo eso <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio? -dijo Sharon, perpleja.<br />
—Sí, perdónome -le respondió el <strong>de</strong>tective-. Sin embargo, el asunto se<br />
ha puesto serio ahora.<br />
Chris, casi conteniendo la respiración, miró fijamente al <strong>de</strong>tective.<br />
—¿En qué sentido? -preguntó con un hilito <strong>de</strong> voz.<br />
Él se inclinó, con las manos aún entrelazadas sobre la mesa; la bola <strong>de</strong><br />
papel se interponía entre ellos.