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El Exorcista de WILLIAM BLATTY

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<strong>El</strong> exorcista<br />

William Blatty<br />

De regreso en su habitación, llamó al Instituto. Frank no estaba. Colgó<br />

el teléfono. Agua bendita. Agua <strong>de</strong>l grifo. Algo.<br />

Abrió el “Ritual en las Instrucciones a los exorcistas”: ‘...espíritus<br />

malignos... respuestas engañosas..., <strong>de</strong> modo que pue<strong>de</strong> parecer que el<br />

paciente no está poseso en absoluto...’ Karras reflexionaba. ¿Sería eso? “¿De<br />

qué diablos estás hablando? ¿Qué espíritu maligno?”<br />

Cerró violentamente el libro y cogió <strong>de</strong> nuevo los informes médicos. Los<br />

releyó, en busca <strong>de</strong> algo que pudiera ayudar al obispo.<br />

“Un momento. No hay antece<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> histeria. Eso es algo”.<br />

Pero poco. Alguna discrepancia. ¿Cuál? Rastreó <strong>de</strong>sesperadamente entre<br />

los recuerdos <strong>de</strong> cuanto había estudiado. Luego recordó. No mucho. Pero<br />

algo. Cogió el teléfono y llamó a Chris. Por su voz, parecía estar adormilada.<br />

—Hola, padre.<br />

—¿Dormía? Lo siento.<br />

—No se preocupe.<br />

—Chris, ¿dón<strong>de</strong> puedo ver al doctor... -recorrió el informe con un <strong>de</strong>do<br />

-Klein?<br />

—En Rosslyn.<br />

—¿En el complejo médico?<br />

—Sí.<br />

—Por favor, llámelo y dígale que el doctor Karras irá a verlo, y que me<br />

gustaría echarle un vistazo al electroencefalograma <strong>de</strong> Regan. Dígale<br />

“doctor” Karras, Chris. ¿Entien<strong>de</strong>?<br />

—Sí.<br />

—Ya le diré algo.<br />

Cuando hubo colgado el receptor, Karras se quitó el alzacuello, la sotana<br />

y los pantalones negros, para vestirse en seguida con unos pantalones color<br />

caqui y un jersey. Encima se puso su impermeable negro <strong>de</strong> sacerdote, que<br />

se abotonó hasta el cuello. Al mirarse al espejo frunció el ceno.<br />

“Curas y policías”, pensó, mientras se <strong>de</strong>sabrochaba aprisa el<br />

impermeable: su atuendo emanaba un olor que lo i<strong>de</strong>ntificaba, que era<br />

imposible disimular. Karras se quitó los zapatos y se puso el único par que<br />

tenía cuyo color no era negro: sus gastadas zapatillas blancas <strong>de</strong> tenis.<br />

Rápidamente se dirigió a Rosslyn en el coche <strong>de</strong> Chris. Mientras<br />

esperaba, en la calle M, que la luz ver<strong>de</strong> le diera paso para cruzar el puente,<br />

miró <strong>de</strong> reojo por la ventanilla y vio algo inquietante: Karl se apeaba <strong>de</strong> un<br />

sedán negro en la Calle Treinta y Cinco, frente a la bo<strong>de</strong>ga ‘Dixie’. <strong>El</strong><br />

conductor <strong>de</strong>l coche era el teniente Kin<strong>de</strong>rman.<br />

Cambió la luz. Karras aceleró y se a<strong>de</strong>lantó para entrar en el puente.<br />

Miró por el espejo retrovisor. ¿Lo habrían visto? Creía que no. Pero ¿qué<br />

hacían juntos? ¿Pura casualidad? ¿Tendría algo que ver con Regan? ¿Con<br />

Regan y... ?<br />

“¡No te preocupes ahora <strong>de</strong> eso! ¡Cada cosa a su tiempo!”<br />

Aparcó frente al complejo médico y subió al consultorio <strong>de</strong>l doctor Klein.<br />

<strong>El</strong> doctor estaba ocupado, pero una enfermera le dio a Karras el<br />

electroencefalograma, que se puso a estudiar en seguida; la larga y estrecha<br />

tira <strong>de</strong> cartulina se <strong>de</strong>slizaba suavemente entre sus <strong>de</strong>dos.

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