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El Exorcista de WILLIAM BLATTY

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<strong>El</strong> exorcista<br />

William Blatty<br />

Los condujo hasta la puerta <strong>de</strong> la habitación <strong>de</strong> Regan. La abrió y<br />

anunció:<br />

—Los doctores, Chris.<br />

Inmediatamente, Chris fue hacia la puerta, con la cara contraída por el<br />

pánico.<br />

—¡Pase, pasen, por favor! -dijo con voz trémula-. ¡Entren y vean lo que<br />

está haciendo!<br />

—Le presento al doctor...<br />

En mitad <strong>de</strong> la presentación, Klein se interrumpió al mirar a Regan.<br />

Daba alaridos histéricos y sacudía los brazos, mientras su cuerpo parecía<br />

proyectarse horizontalmente por el aire, sobre la cama, para caer luego con<br />

violencia sobre el colchón, en un movimiento rápido y continuo.<br />

—¡Oh, mamá, dile que “pare”! -chilló-. ¡Deténlo! ¡Está tratando <strong>de</strong><br />

matarme! “¡Deténlo! ¡Detéeenlo, maaaamaaaá!”<br />

—¡Oh, mi querida! -gimió Chris mientras se metía un puño en la boca y<br />

lo mordía. Miró a Klein <strong>de</strong> modo suplicante-. Doctor, ¿qué es? ¿Qué pasa?<br />

Él hizo un gesto negativo con la cabeza, con la mirada fija en Regan,<br />

mientras continuaba el fenómeno. Levantaba un pie cada vez y luego caía,<br />

con respiración entrecortada, como si unas manos invisibles la levantaran y<br />

<strong>de</strong>jaran caer.<br />

Chris se cubrió los ojos con la mano temblorosa.<br />

—¡Oh, Jesús, Jesús! -exclamó con voz ronca-. Doctor, ¿qué “es” esto?<br />

Los movimientos cesaron <strong>de</strong> repente, y la niña empezó entonces a<br />

retorcerse <strong>de</strong> un lado a otro, con los ojos en blanco.<br />

—Me está quemando... “¡Me quema!” -gemía Regan-. ¡Oh, me quema,<br />

me quema...!<br />

Rápidamente, sus piernas comenzaron a cruzarse y <strong>de</strong>scruzarse.<br />

Los doctores se acercaron, uno a cada lado <strong>de</strong> la cama. Sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong><br />

retorcerse y agitarse, Regan arqueó la cabeza hacia atrás, <strong>de</strong>jando al<br />

<strong>de</strong>scubierto una garganta hinchada y turgente. Comenzó a <strong>de</strong>cir entre<br />

dientes algo incomprensible, en un tono extrañamente gutural.<br />

—...“eidanyoson... eidanyoson”...<br />

Klein se inclinó para tomarle el pulso.<br />

—Bueno, vamos a ver qué pasa, pequeña -le dijo con dulzura.<br />

De repente se tambaleó, aturdido y vacilante, a causa <strong>de</strong> un tremendo<br />

golpe <strong>de</strong>scargado por el brazo <strong>de</strong> Regan, al tiempo que ella se incorporaba<br />

en la cama, con la cara contraída.<br />

—¡Esta puerca es “mía”! -rugió con voz estentórea-. ¡Es “mía”! ¡Aléjense<br />

<strong>de</strong> ella! ¡<strong>El</strong>la es “mía”!<br />

Una risa parecida a un ladrido brotó <strong>de</strong> su garganta, y luego cayó <strong>de</strong><br />

espaldas como si alguien la hubiese empujado.<br />

—“¡Cójanme!” ¡Vamos, cójanme! -les gritaba a los médicos.<br />

Unos segundos más tar<strong>de</strong>, Chris salió corriendo <strong>de</strong>l dormitorio,<br />

ahogando un sollozo.<br />

Cuando Klein se acercó a la cama, Regan se abrazó a si misma, y con<br />

las manos se acarició los brazos.

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