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<strong>El</strong> exorcista<br />
William Blatty<br />
—¡Oh, Dios <strong>de</strong> cielo y tierra, Dios <strong>de</strong> los ángeles y arcángeles...! -Karras<br />
podía oír ahora la oración <strong>de</strong> Merrin, mientras el pulso se hacía cada vez más<br />
lento.<br />
—¡Merrin, orgulloso bastardo! ¡Carroña! ¡Per<strong>de</strong>rás! ¡Morirá! ¡La puerca<br />
morirá!<br />
La niebla empezó a disiparse. La entidad diabólica había vuelto, llena <strong>de</strong><br />
cólera contra Merrin.<br />
—¡Corrompido vanidoso! ¡Viejo hereje! ¡Yo te conjuro a que te vuelvas y<br />
me mires! “¡Mírame ahora, carroña!” -<strong>El</strong> <strong>de</strong>monio dio un salto hacia <strong>de</strong>lante,<br />
escupió a Merrin en la cara y luego le espetó-: ¡Así cura tu Maestro a los<br />
ciegos!<br />
—Dios y Señor <strong>de</strong> todo lo creado... -oró Merrin mientras, sin inmutarse,<br />
buscaba su pañuelo y se limpiaba el salivazo.<br />
—...libra a esta tu sierva <strong>de</strong>...<br />
—“¡Hipócrita!” ¡A ti no te importa nada <strong>de</strong> la puerca! ¡No te importa<br />
“nada”! ¡La has “convertido en un duelo entre nosotros dos”!<br />
—Yo, humil<strong>de</strong>mente...<br />
—¡Mentiroso! ¡Mentiroso bastardo! Dinos, ¿dón<strong>de</strong> está tu humildad,<br />
Merrin? ¿En el <strong>de</strong>sierto? ¿En las ruinas? ¿En las tumbas a las que huiste para<br />
escapar <strong>de</strong> tus hermanos, los hombres? ¿Para escapar <strong>de</strong> tus inferiores, <strong>de</strong><br />
los pobres y débiles <strong>de</strong> espíritu? ¿Hablas a los “hombres” tú, vómito piadoso?<br />
—...libra...<br />
—Tu morada es un nido <strong>de</strong> engreídos, Merrin. Tu lugar está <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> ti<br />
mismo. ¡Vuelve a la cima <strong>de</strong> la montaña y habla con tu único igual!<br />
Merrin continuó con sus oraciones sin prestar atención, al tiempo que el<br />
torrente <strong>de</strong> insultos continuaba <strong>de</strong> forma violenta.<br />
Asqueado, Karras concentró su atención en el texto, en tanto que Merrin<br />
leía un pasaje <strong>de</strong> san Lucas:<br />
—...’Mi nombre es Legión’, respondió, porque eran muchos los <strong>de</strong>monios<br />
que habían entrado en él, y le suplicaban que no les or<strong>de</strong>nara precipitarse al<br />
abismo. Había allí una gran piara <strong>de</strong> cerdos que estaban paciendo en la<br />
montaña. Los <strong>de</strong>monios suplicaron a Jesús que les permitiera entrar en los<br />
cerdos. Él se lo permitió. Entonces salieron <strong>de</strong> aquel hombre, entraron en los<br />
cerdos y, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lo alto <strong>de</strong>l acantilado, la piara se precipitó al lago y se<br />
ahogó. Y...<br />
—Willie, te traigo buenas noticias -bramó el <strong>de</strong>monio. Karras levantó la<br />
mirada y vio que Willie, cerca <strong>de</strong> la puerta, se paraba en seco con su carga<br />
<strong>de</strong> toallas y sábanas-. Te traigo la buena nueva <strong>de</strong> re<strong>de</strong>nción -se rego<strong>de</strong>ó-.<br />
¡<strong>El</strong>vira “está viva”! “¡Vive!” ¡Es...!<br />
Willie miraba como alelada.<br />
Entonces Karl se dirigió a ella, gritándole:<br />
—¡No, Willie! ¡No!<br />
—¡...una “toxicómana”, Willie, un caso perdido!...<br />
—Willie, ¡no escuches! -aullaba Karl.<br />
—¿Quieres que te diga dón<strong>de</strong> vive?<br />
—¡No escuches! ¡No escuches! -Karl la empujaba fuera <strong>de</strong> la habitación.<br />
—¡Ve a visitarla el día <strong>de</strong> la “madre”, Willie! ¡Sorprén<strong>de</strong>la! ¡Ve y...!