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<strong>El</strong> exorcista<br />
William Blatty<br />
Se levantó y vio a Sharon borrosamente, pues tenía la vista empañada.<br />
<strong>El</strong>la estaba <strong>de</strong> espaldas al frega<strong>de</strong>ro, apoyada en el mismo y con los brazos<br />
cruzados, escudriñándolo pensativa.<br />
—Vuelvo a la resi<strong>de</strong>ncia -dijo él-. Me gustaría que me llamara tan pronto<br />
como se <strong>de</strong>spierte Regan.<br />
—Sí, lo llamaré.<br />
—Y no se olvi<strong>de</strong> <strong>de</strong>l ‘Compazine’ -le recordó.<br />
Sharon negó con la cabeza.<br />
—No, en seguida me ocuparé <strong>de</strong> ello -dijo.<br />
Karras asintió. Se metió las manos en los bolsillos y bajó la mirada,<br />
tratando <strong>de</strong> pensar qué se podría haber olvidado <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir a Sharon. Siempre<br />
quedaba algo por hacer. Siempre se escapaba algún <strong>de</strong>talle, por mucho<br />
cuidado que se pusiera.<br />
—Padre, ¿qué ocurre? -oyó que le preguntaba con cierta preocupación-.<br />
¿Qué es? ¿Qué es lo que realmente le pasa a Regan?<br />
Levantó los ojos, apagados y llenos <strong>de</strong> obsesión.<br />
—En realidad no lo sé -contestó inexpresivamente.<br />
Dio media vuelta y salió <strong>de</strong> la cocina. Al atravesar el vestíbulo Karras<br />
oyó pasos rápidos <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> él.<br />
—¡Padre Karras!<br />
Se <strong>de</strong>tuvo. Vio a Karl, que traía su jersey.<br />
—Perdóneme -dijo el sirviente, al tiempo que se lo entregaba-. Quería<br />
hacerlo mucho antes. Pero me olvidé.<br />
Las manchas <strong>de</strong> vómito habían <strong>de</strong>saparecido, y la prenda exhalaba un<br />
suave aroma.<br />
—Se lo agra<strong>de</strong>zco, Karl -dijo, amablemente, el sacerdote-. Muchas<br />
gracias.<br />
—Gracias a usted, padre Karras.<br />
Se advertía un temblor en su voz, y sus ojos revelaban emoción.<br />
—Gracias por ayudar a miss Regan -terminó Karl. Luego <strong>de</strong>svió la<br />
mirada, cohibido, y abandonó rápidamente el vestíbulo.<br />
Karras, al ver cómo se alejaba, lo recordó en el coche <strong>de</strong> Kin<strong>de</strong>rman.<br />
Más misterio. Confusión.<br />
Abrió la puerta con gesto cansino. Era <strong>de</strong> noche. Sin esperanzas,<br />
emergió <strong>de</strong> la oscuridad para sumergirse <strong>de</strong> nuevo en la oscuridad. Caminó<br />
hasta la resi<strong>de</strong>ncia, buscando a tientas el sueño; al entrar en su cuarto vio<br />
en el suelo un papelito color rosa, con algo escrito. Era <strong>de</strong> Frank. Las cintas.<br />
<strong>El</strong> teléfono <strong>de</strong> su casa. ‘Por favor, llámeme...’ Cogió el teléfono y pidió el<br />
número. Pasaron unos segundos. Sus manos temblaban con <strong>de</strong>sesperanzada<br />
expectación.<br />
—¡Diga! -Voz <strong>de</strong> niño.<br />
—¿Puedo hablar con tu papá, por favor?<br />
—Sí, un momento. -Al otro lado <strong>de</strong>jaron el auricular para volverlo a<br />
coger <strong>de</strong> nuevo al cabo <strong>de</strong> un momento. Otra vez el niño-: ¿Quién habla?<br />
—<strong>El</strong> padre Karras.<br />
—¿<strong>El</strong> padre Karits?<br />
<strong>El</strong> corazón le latía violentamente. Karras repitió, <strong>de</strong>letreando: