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<strong>El</strong> exorcista<br />
William Blatty<br />
Karras la observó durante un momento. Estaba <strong>de</strong>sconcertado. ¿Qué<br />
pasaba? Notó un repentino silencio en el dormitorio. Fue breve. Oyó <strong>de</strong><br />
nuevo una risa diabólica. Se a<strong>de</strong>lantó. Tanteó el hisopo en su bolsillo. Abrió<br />
la puerta y entró en la habitación. <strong>El</strong> hedor era más penetrante aún que el<br />
<strong>de</strong>l día anterior. Cerró la puerta. Miró. Aquel horror. Aquella cosa sobre la<br />
cama. Mientras se acercaba, la cosa lo iba observando con ojos burlones.<br />
Llenos <strong>de</strong> astucia. Llenos <strong>de</strong> odio. Llenos <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r.<br />
—¡Hola, Karras!<br />
<strong>El</strong> sacerdote oyó el ruido <strong>de</strong> la diarrea que caía sobre el pantalón<br />
bombacho <strong>de</strong> plástico. Le habló con calma <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los pies <strong>de</strong> la cama.<br />
—¡Hola, diablo!, ¿cómo te sientes?<br />
—En este momento, muy contento <strong>de</strong> verte. Feliz, -La lengua le colgaba<br />
fuera <strong>de</strong> la boca, mientras los ojos examinaban a Karras con insolencia-. Veo<br />
que te estás poniendo pálido. Muy bien. -Otra <strong>de</strong>scarga diarreica-. No te<br />
molesta un poco <strong>de</strong> hedor, ¿verdad, Karras?<br />
—En absoluto.<br />
—¡Eres un mentiroso!<br />
—¿Te molesta que lo sea?<br />
—Sí, algo.<br />
—Pues al diablo “le gustan” los mentirosos.<br />
—Sólo los buenos, querido Karras, sólo los buenos mentirosos -se rió-.<br />
Pero, ¿quién te ha dicho que soy el diablo?<br />
—¿No fuiste tú?<br />
—¡Oh, puedo haberlo dicho! Puedo. No estoy bien. ¿Me creíste?<br />
—Por supuesto.<br />
—Mil disculpas.<br />
—¿Dices que “no eres” el diablo?<br />
—Soy sólo un pobre <strong>de</strong>monio que lucha. Un diablo. No el diablo. Una<br />
diferencia sutil; pero no he perdido enteramente mi influencia sobre nuestro<br />
padre que está en el infierno. A propósito, cuando lo veas no le digas que me<br />
he ido <strong>de</strong> la lengua.<br />
—¿Cuando lo vea? ¿Acaso está aquí? -preguntó el sacerdote.<br />
—¿En esta puerca? De ninguna manera. Somos sólo una pobre familia<br />
<strong>de</strong> almas en pena, amigo mío. No nos culpes por estar aquí. Pero es que no<br />
tenemos adón<strong>de</strong> ir. No tenemos hogar.<br />
—¿Y cuánto tiempo pensáis quedaros?<br />
La cabeza pegó un salto en la almohada, contraída con furia mientras<br />
rugía:<br />
—¡Hasta que la cerda se “muera”! -Inmediatamente, Regan volvió a<br />
adoptar su sonrisa tonta en una boca amplia-. A propósito, hace un día<br />
magnífico para un exorcismo, ¿no te parece, Karras?<br />
“¡<strong>El</strong> libro! ¡Tiene que haberlo leído en el libro!”<br />
Lo taladró una mirada <strong>de</strong> expresión sardónica.<br />
—Comiénzalo pronto. En seguida.<br />
Incongruente. Allí había algo extraño.<br />
—¿Te gustaría?<br />
—Muchísimo.