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El Exorcista de WILLIAM BLATTY

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<strong>El</strong> exorcista<br />

William Blatty<br />

—Sí, ya lo has dicho, pero no me lo has probado.<br />

—No tienes fe.<br />

Karras se irguió.<br />

—¿En qué?<br />

—¡En “mí”, querido Karras, en “mí”! -En los ojos <strong>de</strong> Regan bailaba algo<br />

maligno y burlón-. ¡Todas estas pruebas, todos estos signos en los cielos!<br />

—Bueno, me conformo con algo muy simple -ofreció Karras-. Por<br />

ejemplo, el <strong>de</strong>monio lo sabe todo, ¿no es cierto?<br />

—No; “casi” todo, Karras, casi todo. ¿Ves? Dicen que soy orgulloso. Pues<br />

no es cierto. ¿Qué te traes entre manos, zorro? -Los ojos, amarillentos e<br />

inyectados en sangre, brillaban taimados.<br />

—Me ha parecido que podríamos verificar el caudal <strong>de</strong> tus<br />

conocimientos.<br />

—¡Ah, sí! ¡<strong>El</strong> lago más gran<strong>de</strong> <strong>de</strong> Sudamérica -lo atacó Regan por<br />

sorpresa, con los ojos saltándole <strong>de</strong> júbilo- es el Titicaca, en Perú!<br />

¿Suficiente?<br />

—No, tendré que preguntar algo que sólo el <strong>de</strong>monio pueda saber. Por<br />

ejemplo: ¿dón<strong>de</strong> está Regan? ¿Lo sabes?<br />

—Aquí.<br />

—¿Dón<strong>de</strong> es ‘aquí’?<br />

—Dentro <strong>de</strong> la puerca.<br />

—Déjame verla.<br />

—¿Para qué?<br />

—Pues para probar que me dices la verdad.<br />

—¿Quieres convencerte? ¡Afloja las correas y te lo <strong>de</strong>mostraré!<br />

—Déjame verla.<br />

—Puedo asegurarte que no te distraerás hablando con ella; es muy mala<br />

conversadora, amigo. Te recomiendo encarecidamente que te que<strong>de</strong>s<br />

conmigo.<br />

—Bueno, es obvio que no sabes dón<strong>de</strong> está -dijo Karras encogiéndose<br />

<strong>de</strong> hombros-, <strong>de</strong> modo que, aparentemente, no eres el <strong>de</strong>monio.<br />

—¡Sí lo “soy”! -rugió Regan dando un repentino salto hacia <strong>de</strong>lante, con<br />

la cara contraída por la rabia. Karras tembló cuando la potente y terrible voz<br />

hizo crujir las pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la habitación-. ¡Sí, lo “soy”!<br />

—Bueno, entonces déjame ver a Regan -insistió Karras-. Eso sería la<br />

prueba.<br />

—¡Te lo <strong>de</strong>mostraré! ¡Voy a leer tu mente! -masculló furiosa-. ¡Piensa<br />

en un número, <strong>de</strong>l uno al diez!<br />

—No, eso no me probaría absolutamente nada. Tengo que ver a Regan.<br />

Bruscamente, la muchacha emitió una risita sofocada, mientras se<br />

retrepaba en la cabecera <strong>de</strong> la cama.<br />

—No, nada serviría <strong>de</strong> prueba, Karras. ¡Qué genial! ¡Extraordinario!<br />

Mientras tanto, procuremos mantenerte convenientemente engañado.<br />

Después <strong>de</strong> todo, no quisiéramos per<strong>de</strong>rte.<br />

—¿Quiénes sois ‘nosotros’? -tanteó Karras.<br />

—Somos un pequeño grupo aquí, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la cerda -dijo, asintiendo-.<br />

Una pequeña e impresionante multitud. Más a<strong>de</strong>lante, puedo encargarme <strong>de</strong>

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