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El Exorcista de WILLIAM BLATTY

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<strong>El</strong> exorcista<br />

William Blatty<br />

—¿Qué tal vas con las maletas? -le preguntó Chris.<br />

Regan levantó la vista. Algo pálida. Un poco <strong>de</strong>macrada. Algunas ojeras.<br />

—No cabe todo -dijo frunciendo el ceño.<br />

—Si no te pue<strong>de</strong>s llevar todo ahora, querida, déjalo; ya te lo llevará<br />

Willie <strong>de</strong>spués. Vamos, nenita, apresúrate, o per<strong>de</strong>remos el avión.<br />

—Bueno.<br />

Regan hizo pucheros.<br />

Tomarían el avión aquella tar<strong>de</strong> para volar hasta Los Ángeles, <strong>de</strong>jando a<br />

Sharon y a los Engstrom el encargo <strong>de</strong> cerrar la casa. Luego Karl volvería a<br />

casa en el ‘Jaguar’.<br />

—Muy bien, pequeña.<br />

Chris la <strong>de</strong>jó y bajó rápidamente las escaleras. Al llegar al vestíbulo<br />

sonó el timbre. Abrió la puerta.<br />

—Hola, Chris. -Era el padre Dyer-. Vengo a <strong>de</strong>spedirme.<br />

—Me alegro. Ahora iba a llamarle. -Dio un paso hacia atrás-. A<strong>de</strong>lante.<br />

—No, Chris, sé que tiene prisa.<br />

<strong>El</strong>la lo cogió <strong>de</strong> la mano y lo hizo entrar.<br />

—¡Oh, por favor, entre! Precisamente iba a tomar una taza <strong>de</strong> café.<br />

—Bueno, si es así...<br />

Fueron a la cocina, se sentaron a la mesa y hablaron mientras Sharon y<br />

los Engstrom se movían, ajetreados, a su alre<strong>de</strong>dor. Chris habló <strong>de</strong> Merrin;<br />

<strong>de</strong> lo admirada y sorprendida que había quedado al ver las personalida<strong>de</strong>s y<br />

los dignatarios extranjeros que asistieron a su entierro. Luego permanecieron<br />

en silencio. Chris pareció leerle el pensamiento:<br />

—Todavía no se acuerda <strong>de</strong> nada -dijo en tono amable-. Lo siento<br />

mucho.<br />

Aún abatido, el jesuita asintió. Chris miró rápidamente el plato <strong>de</strong>l<br />

<strong>de</strong>sayuno. Demasiado excitada y nerviosa, no había comido nada. Aún<br />

estaba allí la rosa que siempre le ponía Regan. La cogió y empezó a hacerla<br />

girar por el tallo.<br />

—Y él no llegó a conocerla -murmuró en tono ausente. Luego <strong>de</strong>jó la<br />

rosa y posó sus ojos en Dyer. Vio que él la miraba.<br />

—Chris, ¿qué cree usted que pasó? -le preguntó suavemente-. Como<br />

una no creyente, ¿opina que su hija estuvo realmente posesa?<br />

Cabizbaja, Chris jugueteó <strong>de</strong> nuevo con la rosa.<br />

—Como ha dicho usted... en lo que a Dios concierne presumo <strong>de</strong> no<br />

creyente, y, aunque no estoy muy segura, creo que lo sigo siendo. Pero en lo<br />

que respecta al diablo... bueno, eso es algo distinto. Lo podría aceptar, y en<br />

realidad lo acepto. Pero no sólo por lo que le ha pasado a Rags. Hablando en<br />

general, quiero <strong>de</strong>cir. -Se encogió <strong>de</strong> hombros-. Si a uno se le ocurre pensar<br />

en Dios, tiene que imaginarse que existe uno; y si existe, <strong>de</strong>be necesitar<br />

dormir millones <strong>de</strong> años cada vez para no irritarse. ¿Se da cuenta <strong>de</strong> lo que<br />

quiero <strong>de</strong>cir? Él nunca habla. Pero el diablo no hace más que hacerse<br />

propaganda, padre.<br />

Durante un momento, Dyer la contempló; luego dijo en voz baja:<br />

—Pero si todo el mal <strong>de</strong>l mundo le hace pensar que pue<strong>de</strong> existir el<br />

<strong>de</strong>monio, ¿cómo explica usted todo el “bien” que hay en el mundo?

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