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El Exorcista de WILLIAM BLATTY

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<strong>El</strong> exorcista<br />

William Blatty<br />

Klein, que llegó poco <strong>de</strong>spués, examinó, ligeramente <strong>de</strong>sconcertado, la<br />

indumentaria <strong>de</strong> Karras.<br />

—¿Doctor Karras?<br />

—Sí. Mucho gusto.<br />

Se dieron la mano.<br />

—Soy Klein. ¿Cómo está la niña?<br />

—Va mejorando.<br />

—Me alegro mucho.<br />

Karras volvió a examinar el gráfico. Klein lo imitó, recorriendo con su<br />

<strong>de</strong>do el trazado <strong>de</strong> las ondas.<br />

—¿Ve? Es muy regular. No hay fluctuaciones <strong>de</strong> ningún tipo.<br />

—Sí, ya lo veo. -Karras frunció el ceño-. Muy curioso.<br />

—¿Curioso? ¿Qué?<br />

—Des<strong>de</strong> luego, en la suposición <strong>de</strong> que estamos tratando un caso <strong>de</strong><br />

histeria.<br />

—No lo entiendo. -Supongo que no es muy conocido -murmuró Karras<br />

sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> pasar la cartulina entre sus manos-, pero Iteka, un belga,<br />

<strong>de</strong>scubrió que la histeria parecía ser la causa <strong>de</strong> algunas raras fluctuaciones<br />

en el gráfico: un trazado diminuto, pero siempre idéntico. Es lo que busco<br />

aquí y no encuentro.<br />

Klein masculló, como extrañado:<br />

—¿Qué me dice?<br />

Karras lo miró brevemente.<br />

—Estaba alterada cuando usted le tomó este encefalograma, ¿verdad?<br />

—Sí, yo diría que lo estaba.<br />

—Entonces, ¿no es raro que el examen haya sido tan perfecto? Incluso<br />

las personas en estado normal pue<strong>de</strong>n influir sobre sus ondas cerebrales,<br />

aunque siempre <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una escala normal, y Regan estaba alterada en<br />

ese momento. Parece que <strong>de</strong>bería haber algunas fluctuaciones. Si...<br />

—Doctor, mistress Simmons se impacienta -interrumpió una enfermera<br />

que abrió la puerta.<br />

—Sí..., ya voy -suspiró Klein. Cuando la enfermera se marchó, el médico<br />

empezó a seguirla, pero luego se volvió hacia Karras, con una mano en el<br />

tirador <strong>de</strong> la puerta-. A propósito <strong>de</strong> histeria -comentó secamente-, lo<br />

lamento, pero tengo que irme.<br />

Cerró la puerta <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> sí.<br />

Karras oyó sus pasos, que se alejaban por el corredor; el ruido <strong>de</strong> una<br />

puerta que se abría y una frase: ‘Bueno, ¿cómo se encuentra hoy, señora...?’<br />

Se cerró la puerta. Karras volvió a examinar el gráfico y, cuando hubo<br />

acabado, lo dobló y lo sujeto con la goma. Luego lo <strong>de</strong>volvió a la enfermera<br />

<strong>de</strong> recepción.<br />

“Algo”. Era algo que podría esgrimir ante el obispo como prueba <strong>de</strong> que<br />

Regan “no era” una histérica y, por tanto, que podía tratarse <strong>de</strong> un caso <strong>de</strong><br />

posesión. Pero el electroencefalograma había planteado otro misterio: ¿Por<br />

qué no había fluctuaciones? ¿Por qué ninguna?

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