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El Exorcista de WILLIAM BLATTY

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<strong>El</strong> exorcista<br />

CAPÍTULO CUARTO<br />

William Blatty<br />

Viernes, 29 <strong>de</strong> abril. Mientras Chris esperaba en el pasillo <strong>de</strong> los<br />

dormitorios, el doctor Klein y un renombrado neuropsiquíatra examinaban a<br />

la niña.<br />

Los médicos la observaron durante media hora. Se <strong>de</strong>jaba caer.<br />

Daba vueltas sobre sí misma. Se tiraba <strong>de</strong> los pelos. Ocasionalmente<br />

hacía gestos con la cara y se apretaba las manos contra los oídos como para<br />

anular un ruido repentino y ensor<strong>de</strong>cedor. Vociferaba obscenida<strong>de</strong>s. Aullaba<br />

<strong>de</strong> dolor. Finalmente, se arrojó boca abajo sobre la cama, doblando las<br />

piernas <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l estómago. Gemía en forma incoherente.<br />

<strong>El</strong> psiquíatra le dijo a Klein que se alejara <strong>de</strong> la cama.<br />

—Vamos a darle un tranquilizante -murmuró-. Tal vez así pueda hablar<br />

con ella.<br />

<strong>El</strong> internista asintió y preparó una inyección <strong>de</strong> cincuenta miligramos <strong>de</strong><br />

‘Thorazine’. Sin embargo, al acercarse los médicos a la cama, Regan pareció<br />

sentir su presencia, y, rápidamente, se volvió, y cuando el neuropsiquíatra<br />

trató <strong>de</strong> sujetarla, empezó a chillar con furia. Lo mordió. Le pegó. Lo<br />

mantuvo a distancia.<br />

Sólo cuando llamaron a Karl para que les ayudara, pudieron mantenerla<br />

lo suficientemente quieta como para que Klein le inyectara el sedante.<br />

La dosis fue insuficiente.<br />

Tuvieron que administrarle otros cincuenta miligramos. Esperaron.<br />

Regan se calmó. Luego, somnolienta... miró a los médicos.<br />

—¿Dón<strong>de</strong> está mamá? Quiero que venga mamá -lloraba.<br />

Ante una seña <strong>de</strong>l neuropsiquíatra, Klein salió <strong>de</strong> la habitación para<br />

llamar a Chris.<br />

—Tu madre vendrá <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un momento, querida -dijo el psiquíatra a<br />

Regan. Sentado en la cama, le acarició la cabeza-. Vamos, vamos... ya está<br />

bien, ya está bien, querida. Yo soy médico.<br />

—Quiero que venga mi mamá -lloraba Regan.<br />

—Ya viene. ¿Te duele, querida?<br />

La niña asintió. Lloraba a lágrima viva.<br />

—¿Dón<strong>de</strong>?<br />

—En todo el cuerpo -lloriqueaba Regan.<br />

—¡Oh, mi pequeña!<br />

—“Mamá”.<br />

Chris corrió a la cama y la abrazó. La besó. La calmó y la consoló.<br />

Luego, Chris no pudo más y rompió a llorar.<br />

—¡Oh, Rags, has vuelto! ¡Eres tú, realmente!<br />

—Mamita, él me causaba dolor. -Regan hacía pucheros-. Dile que no me<br />

dé más dolor. ¡Por favor! ¿Sí?<br />

Por un momento, Chris se quedó <strong>de</strong>sconcertada, luego echó una rápida<br />

mirada en dirección a los médicos, con una expresión suplicante en los ojos.<br />

—Le hemos dado sedantes fuertes -dijo, amablemente, el psiquíatra.

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