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El Exorcista de WILLIAM BLATTY

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<strong>El</strong> exorcista<br />

William Blatty<br />

—Eso déjaselo al director <strong>de</strong> escena, al director <strong>de</strong> fotografía y a la<br />

“script”, querida. Consíguete unos que sean buenos y te sacarán <strong>de</strong>l paso. Lo<br />

que importa es el manejo <strong>de</strong> los actores, y en eso serás “maravillosa”. Tú<br />

pue<strong>de</strong>s no sólo “indicarles” cómo hacer o <strong>de</strong>cir algo, querida; les pue<strong>de</strong>s<br />

incluso “<strong>de</strong>mostrar” cómo se hace. Acuérdate <strong>de</strong> Paul Newman y “Rachel,<br />

Rachel”, y no te pongas nerviosa.<br />

<strong>El</strong>la parecía seguir dudando aún.<br />

—Bueno, lo que me preocupa es la parte técnica.<br />

Borracho o sobrio, Dennings era el director más experto en la materia.<br />

<strong>El</strong>la quería su consejo.<br />

—¿Por ejemplo? -le pregunto él.<br />

Durante casi una hora estuvo exponiéndole los pequeños <strong>de</strong>talles.<br />

Podía encontrar explicaciones en los textos, pero la lectura la<br />

impacientaba. En lugar <strong>de</strong> eso, leía a la gente. Al ser curiosa por naturaleza,<br />

los exprimía hasta sacarles la última gota <strong>de</strong> jugo. Pero era imposible<br />

exprimir los libros. Los libros eran locuaces.<br />

Decían ‘por tanto’ y ‘claramente’, cuando algo no estaba claro en<br />

absoluto, y nunca se podían impugnar sus circunloquios. Nunca se los podía<br />

<strong>de</strong>sarmar con agu<strong>de</strong>za. ‘Espera un momento, no entiendo. ¿Me pue<strong>de</strong>s<br />

repetir eso último?’ Nunca se los podía sujetar con alfileres, retorcerlos. Los<br />

libros eran como Karl.<br />

—Querida, lo único que necesitas es un brillante director <strong>de</strong> fotografía<br />

-se rió el director, para rematar el tema-. Uno que sea competente <strong>de</strong><br />

verdad.<br />

Se había puesto encantador y eufórico, y parecía haber pasado el<br />

temido momento <strong>de</strong> peligro.<br />

—Con permiso, señora. ¿Deseaba algo?<br />

Karl estaba parado, cortés, en la puerta <strong>de</strong>l <strong>de</strong>spacho.<br />

—¿Cómo le va, Thorndike? -se rió Dennings-. ¿O se llama Heinrich?<br />

Nunca me acuerdo.<br />

—Soy Karl.<br />

—Sí, por supuesto. Me había olvidado. Dígame, Karl, ¿qué me contó<br />

usted que había hecho para la Gestapo? ¿Relaciones públicas? ¿O fue para la<br />

comunidad? Creo que hay una diferencia.<br />

Karl habló respetuosamente.<br />

—Ninguna <strong>de</strong> las dos cosas, señor. Yo soy suizo.<br />

—¡Ah, sí! -<strong>El</strong> director se rió a carcajadas, groseramente. Y usted nunca<br />

jugaría al bowling con Goebbels, supongo.<br />

Karl, sin hacerle caso, se volvió hacia Chris.<br />

—¡Y nunca voló con Rudolph Hess!<br />

—¿Deseaba algo, señora?<br />

—No, creo que no. Burke, ¿quieres café?<br />

—¡Una porra!<br />

<strong>El</strong> director se levantó bruscamente y salió, rabioso, <strong>de</strong> la habitación y <strong>de</strong><br />

la casa.<br />

Chris agitó la cabeza y luego se dirigió a Karl.<br />

—Desconecte los teléfonos -or<strong>de</strong>nó, inexpresiva.

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