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<strong>El</strong> exorcista<br />
William Blatty<br />
Está sometido a una ley <strong>de</strong> permanencia, y aunque muere una y otra<br />
vez, siempre vuelve a la vida. La disolución no hace más que dar nacimiento<br />
a nuevos modos <strong>de</strong> organización, y una muerte es la madre <strong>de</strong> mil vidas.<br />
Por lo tanto, cada hora es sólo un testimonio <strong>de</strong> cuán efímera y, sin<br />
embargo, segura y cierta es la gran totalidad. Es como una imagen en el<br />
agua, que siempre es la misma, aunque el agua fluya constantemente. <strong>El</strong> sol<br />
se escon<strong>de</strong> para levantarse <strong>de</strong> nuevo, el día es engullido por la oscuridad <strong>de</strong><br />
la noche, para nacer <strong>de</strong> ella, tan puro como si nunca se hubiera apagado. La<br />
primavera se convierte en verano y, a través <strong>de</strong>l verano y el otoño, en<br />
invierno, para retornar, con mayor seguridad, a triunfar sobre esa tumba<br />
hacia la cual se ha acercado rápidamente <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su primera hora. Nosotros<br />
lloramos los capullos <strong>de</strong> mayo porque se van a marchitar, pero sabemos que<br />
mayo es un día que se vengará <strong>de</strong> noviembre, por la rotación <strong>de</strong> ese<br />
solemne círculo que nunca se <strong>de</strong>tiene, el cual nos enseña, en la cúspi<strong>de</strong> <strong>de</strong><br />
nuestra esperanza, que hemos <strong>de</strong> ser siempre equilibrados y que, en la<br />
profundidad <strong>de</strong> la <strong>de</strong>solación, no <strong>de</strong>bemos <strong>de</strong>sesperarnos nunca.’<br />
—Sí, es hermoso -dijo Karras en tono suave. Mantenía los ojos clavados<br />
en la página. <strong>El</strong> bramido <strong>de</strong>l <strong>de</strong>monio, en la planta baja, se hizo más fuerte.<br />
—“!...Bastardo... porquería...<br />
piadoso hipócrita!”<br />
—<strong>El</strong>la siempre me ponía una rosa en mi plato... por la mañana... antes<br />
<strong>de</strong> ir a trabajar.<br />
Karras levantó la mirada, con una pregunta en sus ojos.<br />
—Regan -le dijo Chris bajando la cabeza-. Perdone, pero me olvido <strong>de</strong><br />
que usted no la conoció antes. -Se sonó la nariz y se secó las lágrimas-.<br />
¿Quiere un poco <strong>de</strong> coñac en el café, padre Karras? -preguntó.<br />
—No, gracias.<br />
—La verdad es que el café no tiene gusto a nada -murmuró trémula-. Le<br />
pondré un poco <strong>de</strong> coñac. Con permiso.<br />
Rápidamente abandonó la cocina.<br />
Karras, sentado, se quedó solo, tomándose el café; estaba <strong>de</strong>primido.<br />
Sentía la tibieza <strong>de</strong>l jersey que llevaba <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la sotana; lamentaba no<br />
haber podido consolar a Chris. Luego, un recuerdo <strong>de</strong> su infancia brilló débil<br />
y tristemente, un recuerdo <strong>de</strong> “Ginger”, su perra <strong>de</strong> cruce, cada vez más<br />
flaca y aturdida <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una caja en el apartamento; “Ginger” estaba<br />
temblando <strong>de</strong> fiebre y vomitando, mientras Karras la cubría con toallas y<br />
trataba <strong>de</strong> hacerle beber leche caliente, hasta que llegó un vecino y, al<br />
comprobar que tenía moquillo, movió la cabeza y dijo: ‘Tu perra necesita<br />
inyecciones en seguida.’<br />
Después, a la salida <strong>de</strong> la escuela, una tar<strong>de</strong>... por la calle... en filas <strong>de</strong><br />
a dos hasta la esquina... su madre que lo aguardaba allí...<br />
inesperadamente... aspecto triste... y le puso en la mano una reluciente<br />
moneda <strong>de</strong> medio dólar... júbilo... ¡Tanto dinero...! Y luego su voz, suave y<br />
tierna, ‘“Ginger” ha muerto...’