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<strong>El</strong> exorcista<br />
William Blatty<br />
—A tu padre lo “quiero”. Siempre lo querré. <strong>El</strong> señor Dennings viene<br />
muchas veces <strong>de</strong> visita porque está solo; eso es todo. Es un amigo.<br />
—Es que he oído...<br />
—¿Qué has oído y a quién?<br />
Trocitos <strong>de</strong> duda revoloteando en los ojos, vacilación. Después, un<br />
encogimiento <strong>de</strong> hombros como para cambiar <strong>de</strong> tema.<br />
—No sé. Se me ha ocurrido.<br />
—Bueno, eso es una tontería, así que olvídalo.<br />
—Está bien.<br />
—Ahora, a dormir.<br />
—¿Puedo leer? No tengo sueño.<br />
—Por supuesto. Lee tu libro nuevo hasta que te canses.<br />
—Gracias, mamaíta.<br />
—Buenas noches, querida.<br />
—Buenas noches.<br />
Chris le mandó un beso <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la puerta y luego la cerró. Bajó las<br />
escaleras. “¡Los chicos! ¿De dón<strong>de</strong> sacan las i<strong>de</strong>as?” Tenía curiosidad por<br />
saber si Regan relacionaba a Dennings con su trámite <strong>de</strong> divorcio. “Eso es<br />
una estupi<strong>de</strong>z”.<br />
Regan sabía sólo que Chris había entablado la <strong>de</strong>manda. Sin embargo,<br />
era Howard quien lo había querido. Largas separaciones. <strong>El</strong> afectado ego <strong>de</strong>l<br />
marido <strong>de</strong> una estrella. Había encontrado a otra mujer. Regan no lo sabía.<br />
“¡Oh, <strong>de</strong>ja ya todo este psicoanálisis <strong>de</strong> aficionado y trata <strong>de</strong> pasar un poco<br />
más <strong>de</strong> tiempo con ella!”<br />
Vuelta al <strong>de</strong>spacho. <strong>El</strong> guión. Chris leyó. A mitad <strong>de</strong> camino vio que<br />
Regan se acercaba a ella.<br />
—Hola, querida. ¿Qué pasa?<br />
—Oigo ruidos muy extraños, mamá.<br />
—¿En tu cuarto?<br />
—Sí, son como golpes. No me puedo dormir.<br />
“¿Dón<strong>de</strong> diablos están las ratoneras?”<br />
—Querida, duerme en mi habitación; yo averiguaré qué es.<br />
Chris la acompañó hasta su dormitorio y la metió en la cama.<br />
—¿Puedo ver la televisión un ratito hasta que me duerma?<br />
—¿Dón<strong>de</strong> está tu libro?<br />
—No lo encuentro. ¿Puedo ver la televisión?<br />
—Sí, por supuesto. -Chris sintonizó un canal en el aparato portátil <strong>de</strong> su<br />
dormitorio-. ¿Está bien <strong>de</strong> volumen?<br />
—Sí, mamá.<br />
—Trata <strong>de</strong> dormir.<br />
Chris apagó la luz y se alejó por el pasillo. Trepó por la angosta y<br />
alfombrada escalera que conducía al altillo. Abrió la puerta y tanteó<br />
buscando la llave <strong>de</strong> la luz; la encontró y se agachó al entrar.<br />
Miró a su alre<strong>de</strong>dor. Cajas <strong>de</strong> recortes y correspon<strong>de</strong>ncia sobre el piso<br />
<strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra. Nada más, excepto las ratoneras. Seis. Con carnada. La<br />
habitación estaba intacta.