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El Exorcista de WILLIAM BLATTY

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<strong>El</strong> exorcista<br />

William Blatty<br />

cayó o lo empujaron? -Al preguntar, subrayó cada posibilidad con<br />

movimientos <strong>de</strong> cabeza y <strong>de</strong> manos. Luego se encogió <strong>de</strong> hombros y susurró<br />

con voz ronca-: ¡Quién sabe!<br />

—¿Le robaron algo?<br />

—No, nada, miss MacNeil, pero en estos tiempos no se necesita un<br />

motivo. -Movía constantemente las manos, como un guante fláccido<br />

manejado por un titiritero-. Hoy por hoy, señorita, un motivo es un estorbo<br />

para un asesino, más todavía, un impedimento. -Agitó la cabeza-. Esas<br />

drogas, esas drogas... -<strong>de</strong>ploró-. La LSD...<br />

Miró a Chris mientras se golpeaba el pecho con los <strong>de</strong>dos.<br />

—Créame, yo soy padre, y se me parte el corazón al ver las cosas que<br />

están pasando. ¿Tiene usted hijos?<br />

—Sí, uno.<br />

—¿Varón?<br />

—No, una niña.<br />

—Bueno...<br />

—¿Por qué no pasa al <strong>de</strong>spacho? -lo interrumpió Chris, ansiosa,<br />

mientras se volvía para indicarle el camino. Estaba perdiendo la paciencia.<br />

—Miss MacNeil, ¿podría pedirle un favor?<br />

Chris se volvió con el presentimiento <strong>de</strong> que le pediría un autógrafo para<br />

sus hijos. Nunca era para quienes lo pedían. Siempre para los chicos.<br />

—Sí, por supuesto -dijo.<br />

—Mi estómago. -Hizo una mueca-. ¿No tendría por casualidad alguna sal<br />

<strong>de</strong> frutas? Lamento molestarla.<br />

—No es ninguna molestia -suspiró Chris-. Siéntese en el <strong>de</strong>spacho -dijo,<br />

señalando hacia la estancia; luego se volvió y se encaminó a la cocina-. Creo<br />

que tengo un frasco.<br />

—No, yo iré a la cocina -le dijo, y la siguió-. No quiero molestar.<br />

—No es ninguna molestia.<br />

—De verdad, no se moleste, se lo ruego. Sé que está usted ocupada.<br />

¿Tiene hijos? -preguntó mientras caminaba a su lado-. ¡Ah, sí, una hija, ya<br />

me lo ha dicho! Sólo una hija.<br />

—Sí, sólo ella.<br />

—¿Qué edad tiene?<br />

—Acaba <strong>de</strong> cumplir doce.<br />

—Entonces no tiene por qué preocuparse -musitó-. Al menos todavía.<br />

Pero tenga cuidado <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un tiempo. -Movía la cabeza. Chris notó que su<br />

andar era torpe-. Cuando uno ve, a cada paso, la enfermedad... -continuó-.<br />

Increíble. Tremendo. Hace unos días (o semanas, no me acuerdo) miré a mi<br />

esposa y le dije: ‘Mary, el mundo, el mundo “entero”, está trastornado.’<br />

Todos. <strong>El</strong> mundo entero. -Hizo un a<strong>de</strong>mán como si quisiera abarcar ese<br />

mundo al que se refería.<br />

Entraron en la cocina, don<strong>de</strong> Karl estaba limpiando el interior <strong>de</strong>l horno.<br />

Ni se volvió ni se dio por enterado <strong>de</strong> su presencia.<br />

—¡Me da tanta vergüenza! -exclamó el <strong>de</strong>tective cuando Chris abrió un<br />

aparador. Pero tenía la mirada en Karl, aquella mirada que le rozaba<br />

inquisitivamente la espalda, brazos y cuello, como un ave planeando sobre

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