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<strong>El</strong> exorcista<br />
William Blatty<br />
Más segundos. Chris estaba sorprendida. Había esperado que su hija<br />
moviera la planchita al casillero que <strong>de</strong>cía ‘sí’. “¡Oh, por Dios!, ¿qué es esto?<br />
¿Una hostilidad consciente? Es absurdo”.<br />
—Capitán Howdy, no seas mal educado -le regañó Regan.<br />
—Querida, tal vez esté durmiendo.<br />
—¿Tú crees?<br />
—Creo que eres tú la que <strong>de</strong>bería estar durmiendo.<br />
—¿Ya?<br />
—¡Vamos, querida! ¡A la cama!<br />
Chris se levantó.<br />
—Es un bobo -musitó Regan.<br />
Luego salió <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> su madre por la escalera.<br />
Chris la <strong>de</strong>jó caer en la cama y se sentó a su lado.<br />
—Querida, el domingo no trabajo. ¿Quieres hacer algo?<br />
—¿Qué?<br />
Cuando fueron a Washington, Chris había tratado <strong>de</strong> proporcionar a<br />
Regan compañeros <strong>de</strong> juego.<br />
Y encontró sólo a una niña, Judy, <strong>de</strong> doce años. Pero la familia <strong>de</strong> Judy<br />
se había ido a pasar la Pascua a otra parte, y a Chris le preocupaba que<br />
Regan se sintiera sola.<br />
—Bueno, no sé -replicó Chris-. Cualquier cosa. ¿Quieres que salgamos a<br />
pasear? ¡Po<strong>de</strong>mos ir a ver los cerezos en flor! Este año han florecido pronto.<br />
¿Quieres ir a verlos?<br />
—“Sí”, mamá.<br />
—Y mañana por la noche, al cine. ¿Qué te parece?<br />
—¡Te adoro!<br />
Regan la abrazó, y Chris hizo lo mismo, con más fervor que nunca,<br />
mientras susurraba:<br />
—Yo también te adoro.<br />
—Si quieres, pue<strong>de</strong>s invitar al señor Dennings.<br />
—¿<strong>El</strong> señor Dennings?<br />
—Bueno, creo que estaría bien.<br />
Chris se rió.<br />
—No, no estaría bien. Querida, ¿por qué habría <strong>de</strong> invitarlo?<br />
—Porque te gusta.<br />
—Sí, por supuesto que me gusta. ¿Y a ti?<br />
No respondió.<br />
—¿Qué pasa, querida? -Chris instó a su hija.<br />
—Te vas a casar con él, mamita, ¿verdad?<br />
No era una pregunta, sino una lúgubre afirmación. Chris estalló en<br />
carcajadas.<br />
—¡“Por supuesto” que no, pequeña! ¡Qué cosas se te ocurren! ¿<strong>El</strong> señor<br />
Dennings? ¿De dón<strong>de</strong> has sacado esa i<strong>de</strong>a?<br />
—Pero te gusta.<br />
—También me gusta la “pizza”, ¡pero nunca me casaría con ella!<br />
Querida, es un amigo, sólo un viejo amigo.<br />
—¿No te gusta como te gustaba papaíto?