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<strong>El</strong> exorcista<br />
William Blatty<br />
Oyó cantos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el corredor, y al bajar las escaleras vio, con placer,<br />
que el joven padre Dyer tocaba el piano y dirigía a un grupo que se había<br />
reunido a su alre<strong>de</strong>dor y que cantaba alegremente.<br />
Cuando entró en la sala <strong>de</strong> estar, acababan <strong>de</strong> entonar “Hasta que<br />
volvamos a encontrarnos”.<br />
Chris se dirigió al grupo para incorporarse a él, pero fue rápidamente<br />
interceptada por el senador y su mujer, que traían sus abrigos en el brazo.<br />
Parecían un poco molestos.<br />
—¿Ya se van? -les preguntó.<br />
—Lo sentimos mucho; ha sido una noche “maravillosa” -<strong>de</strong>claró el<br />
senador-. Pero a la pobre Martha le duele la cabeza.<br />
—Lo lamento, pero en verdad me siento muy mal -se quejó la esposa<br />
<strong>de</strong>l senador-. ¿Nos disculpas, Chris? Ha sido una velada encantadora.<br />
—¡Es una pena que tengan que irse! -exclamó Chris.<br />
Mientras los acompañaba a la puerta, oyó al padre Dyer, en el fondo,<br />
preguntar:<br />
—¿Quién se acuerda <strong>de</strong> la letra <strong>de</strong> “Rosa <strong>de</strong> Tokio”?<br />
Les dio las buenas noches. Al volver a la sala <strong>de</strong> estar, Sharon salía<br />
silenciosamente <strong>de</strong>l <strong>de</strong>spacho.<br />
—¿Dón<strong>de</strong> está Burke? -le preguntó Chris.<br />
—Ahí <strong>de</strong>ntro -respondió Sharon con un movimiento <strong>de</strong> cabeza-.<br />
Durmiendo la ‘mona’. ¿No te ha dicho nada el senador?<br />
—¿A qué te refieres? -preguntó Chris-. Acaban <strong>de</strong> irse.<br />
—Menos mal.<br />
—Sharon, ¿qué quieres <strong>de</strong>cir?<br />
—Cosas <strong>de</strong> Burke -suspiró Sharon. En un tono cauteloso, <strong>de</strong>scribió el<br />
encuentro entre el senador y el director. Según Sharon, al pasar Dennings al<br />
lado <strong>de</strong> él, comentó que ‘había un pelo pubiano flotando en mi ginebra’.<br />
Luego se volvió hacia el senador y agregó, en un tono vagamente<br />
acusatorio:<br />
‘Nunca lo había visto en mi vida. ¿Y usted?’<br />
Chris trató <strong>de</strong> contener la risa, mientras Sharon prosiguió <strong>de</strong>scribiendo<br />
cómo la azorada reacción <strong>de</strong>l senador había originado una <strong>de</strong> las quijotescas<br />
iras <strong>de</strong> Dennings, durante la cual había expresado su ‘inconmensurable<br />
gratitud’ por la existencia <strong>de</strong> los políticos, porque, sin ellos, ‘uno no podría<br />
distinguir quiénes eran realmente los estadistas’.<br />
Cuando el senador se alejó, ofendido, el director se acercó a Sharon y le<br />
dijo, con orgullo:<br />
‘¿Ves? No he dicho ninguna palabra fea. ¿No te parece que he llevado la<br />
situación con <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za?’<br />
Chris no pudo contener la risa.<br />
—Bueno, <strong>de</strong>jémoslo dormir. Pero conviene que te que<strong>de</strong>s ahí por si se<br />
<strong>de</strong>spierta. ¿No te molesta?<br />
—En absoluto. -Sharon entró en el <strong>de</strong>spacho.<br />
En la sala <strong>de</strong> estar, Mary Jo Perrin estaba sentada, sola y pensativa, en<br />
un rincón. Parecía molesta, disgustada. Chris se a<strong>de</strong>lantó para reunirse con