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<strong>El</strong> exorcista<br />
William Blatty<br />
Bajó la vista hasta la amarga y humeante negrura <strong>de</strong> su taza; sintió sus<br />
manos vacías <strong>de</strong> consuelo y <strong>de</strong> remedio.<br />
—¡...piadoso bastardo!<br />
<strong>El</strong> <strong>de</strong>monio. Todavía enfurecido.<br />
—“Tu perra necesita inyecciones en seguida”.<br />
Rápidamente volvió al dormitorio <strong>de</strong> Regan. Allí la sostuvo mientras<br />
Sharon le ponía una inyección <strong>de</strong> ‘Librium’, con lo cual, la dosis era ya <strong>de</strong><br />
quinientos miligramos.<br />
Sharon le pasó un algodón con alcohol por el punto en que había<br />
clavado la aguja, mientras Karras observaba, <strong>de</strong>sconcertado, a la niña.<br />
Las <strong>de</strong>lirantes obscenida<strong>de</strong>s parecían no ir dirigidas a nadie <strong>de</strong> los<br />
presentes en la habitación, sino más bien a alguien no visible o ausente.<br />
Desechó este pensamiento.<br />
—Vuelvo en seguida -dijo a Sharon.<br />
Preocupado por Chris, bajó a la cocina, don<strong>de</strong> la encontró <strong>de</strong> nuevo<br />
sentada sola. Ponía coñac en su café.<br />
—¿Está seguro <strong>de</strong> que no quiere un poco, padre? -preguntó.<br />
Denegando con la cabeza, se acercó a la mesa y se sentó fatigado.<br />
Mantenía los ojos fijos en el suelo. Oyó el característico ruido <strong>de</strong> la cucharilla<br />
removiendo el azúcar en la taza <strong>de</strong> porcelana.<br />
—¿Le ha avisado al padre <strong>de</strong> la niña? -preguntó.<br />
—Sí. Sí, él llamó. -Una pausa-. Quería hablar con Rags.<br />
—¿Y qué le dijo usted?<br />
Otra pausa. Luego:<br />
—Pues que se había ido a una fiesta.<br />
Silencio. Karras no oía ya el ruido <strong>de</strong> la cucharilla. Levantando los ojos,<br />
vio que ella miraba el techo. Y entonces él también cayó en la cuenta <strong>de</strong> que<br />
habían cesado los gritos en la planea alta.<br />
—Le <strong>de</strong>be <strong>de</strong> haber hecho efecto el ‘Librium’ -dijo él con alivio.<br />
Sonó el timbre <strong>de</strong> la puerta.<br />
Miró hacia ésta y luego a Chris, con un interrogante en la mirada y<br />
levantando una ceja en un gesto <strong>de</strong> temor.<br />
“¿Sería Kin<strong>de</strong>rman?”<br />
Segundos. Esperaron. Willie estaba <strong>de</strong>scansando. Sharon y Karl, en la<br />
planta alta. Nadie iba a abrir. Tensa, Chris se levantó bruscamente <strong>de</strong> la<br />
mesa y salió al “living”. Se arrodilló en un sofá y miró por la ventana,<br />
levantando ligeramente el visillo.<br />
“Gracias a Dios”. No era Kin<strong>de</strong>rman, sino un anciano alto, <strong>de</strong> raído<br />
impermeable. Mantenía la cabeza pacientemente inclinada bajo la lluvia.<br />
Llevaba en la mano una maleta muy vieja y maltrecha. Por un momento, una<br />
<strong>de</strong> las hebillas brilló bajo el resplandor <strong>de</strong> la lámpara <strong>de</strong> la calle, al<br />
cambiársela <strong>de</strong> mano.<br />
<strong>El</strong> timbre volvió a sonar.<br />
“¿Quién será?”<br />
Intrigada, Chris se bajó <strong>de</strong>l sofá y caminó hasta el vestíbulo.