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<strong>El</strong> exorcista<br />
William Blatty<br />
chucrut”. Se volvió, cogió la toalla y se secó la cara. “Autosugestión”,<br />
recordó. Y los enfermos mentales, en ciertos casos, parecían capaces <strong>de</strong><br />
obligar inconscientemente a sus cuerpos a que emitieran una variedad <strong>de</strong><br />
olores.<br />
Karras se secó las manos. Los golpes..., el cajón que se abrió y se cerró.<br />
¿Psicokinesis? ¿Con toda seguridad? “¿Cree usted en eso?” Al poner la toalla<br />
en su lugar se dio cuenta <strong>de</strong> que no estaba pensando lúcidamente.<br />
“Demasiado cansado”. Pero no se animaba a hacer adivinanzas con Regan, a<br />
exponerla a las peligrosas traiciones <strong>de</strong> la mente.<br />
Salió <strong>de</strong> la resi<strong>de</strong>ncia y marchó a la biblioteca <strong>de</strong> la Universidad. Buscó<br />
en la “Guía <strong>de</strong> publicaciones periódicas: Tel... Tel... Telepa”... Encontró lo<br />
que buscaba y, cogiendo la revista científica, se sentó para leer un artículo<br />
<strong>de</strong>l doctor Hans Ben<strong>de</strong>r, un psiquíatra alemán, sobre investigaciones <strong>de</strong><br />
fenómenos telepáticos. Al terminar la lectura quedó convencido <strong>de</strong> que<br />
existían los fenómenos psicokinéticos, ya que se hallaban profusamente<br />
documentados y habían sido filmados en clínicas psiquiátricas. En ninguno <strong>de</strong><br />
los casos mencionados en el artículo se hacía referencia a posesión diabólica.<br />
Se emitía la hipótesis <strong>de</strong> una energía dirigida por la mente, producida <strong>de</strong><br />
manera inconsciente, y, en general -lo cual era muy significativo, pensó<br />
Karras-, se daba en adolescentes sometidas a estados <strong>de</strong> ‘extrema tensión<br />
interior, frustración y rabia’.<br />
Karras se frotó los cansados ojos. Aún se sentía remiso. Volvió a<br />
analizar los síntomas, <strong>de</strong>teniéndose en cada uno como un niño que vuelve a<br />
tocar las tablas <strong>de</strong> una empalizada blanca. ¿Cuál se le había escapado? -se<br />
preguntó-. ¿Cuál?<br />
La respuesta, concluyó, al fin, cansado, era: Ninguna.<br />
Dejó la revista en su lugar. Regresó caminando a casa <strong>de</strong> los MacNeil.<br />
Acudió a abrir Willie, quien le acompañó hasta el <strong>de</strong>spacho. La puerta estaba<br />
cerrada.<br />
Willie llamó.<br />
—<strong>El</strong> padre Karras -anunció.<br />
—Que pase.<br />
Karras pasó y cerró la puerta <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> sí. Chris estaba <strong>de</strong> espaldas, con<br />
la frente apoyada en una mano y el codo en el bar.<br />
—¡Hola, padre!<br />
Su voz era un susurro seco y <strong>de</strong>sesperado. Preocupado, se acercó a ella.<br />
—¿Está bien? -le preguntó con dulzura.<br />
—Sí.<br />
Era evi<strong>de</strong>nte que trataba <strong>de</strong> contener la tensión. Karras frunció el ceño.<br />
Con temblorosa mano, Chris se cubría el rostro.<br />
—¿Qué hay, padre?<br />
—He examinado los informes <strong>de</strong> la clínica. -Esperó. <strong>El</strong>la no hizo ningún<br />
comentario. Él prosiguió-: Creo... -Se <strong>de</strong>tuvo-. Bueno, mi honrada opinión,<br />
en este momento, es que lo que más ayudaría a Regan sería un tratamiento<br />
psiquiátrico intensivo.<br />
Chris movió lentamente la cabeza una y otra vez.<br />
—¿Dón<strong>de</strong> está su padre? -preguntó Karras.