1 - DSpace CEU

sela siempre como un lazo qae le sujetaba suavemente,
ó al menos le contenía de precipitarse en mayores des­
aciertos.®
Eso dice Lafuente, y, conformes en que lo fuese el
ministro Garay por su historia pasada y sus proyectos
de ahora, reproduciendo las de los dos reinados anteriores,
robando al clero y á la beneñcencia para dis*
minuir la deuda, que, tras de esos alivios, resultaba
mayor, como sucedió siempre y hoy lo estamos palpando;
¿de dónde saca el historiador que la reina
era la otra esperanza? ¿De dónde, que intentase apar­
tar del rey influencias perniciosas? ¿Hemos de recordar
otra vez que fué ella quien confió á Lozano de Torres
sus vivos deseos de poseer la Hacienda de Romero?
¿Y no era el de Hacienda, D. Martín Garay, quien
autorizaba los pagos, recibiendo á la par los vales que
descontaban el 70 por 100, y con facturas de intereses
que descontaban el 83 y 83 ‘ jj? Cuando el Crédito
Público demandó el valor de los enseres de la H acienda
secuestrada que debían abonarse en metálico,
¿quién, sino Garay, ordenó que se pagase también con
el papel público depreciado?
Garay y Lozano, concejales de Madrid,
por Real orden.
Pues aún hay más, para probar que Lafuente está en­
gañando á sus lectores, sea con malicia ó sea por igno­
rancia. E l 21 de Mayo de ese año de 1817 pide el
Ayuntamiento al rey que á ambos ministros, Garay y
Lozano, les conceda los honores y prerogativas de re­