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eunidos á expensas de la Patria, sino por un Magistrado
presidente de una Real Audiencia territorial. ¿Qué
pensaba del derecho de propiedad el Sr. Galdiano, que
de una plumada de la Reina Gobernadora dejaba sin
él á los que hacía siglos lo venían disfrutando por d onación
de Duque de Granada? (i).
Porque no se diga que fué cosa de la Reina, ni del
Gobierno, ni de otra autoridad. Otra autoridad no po­
día hacerlo; el Gobierno se preocupaba de los pobres
como de los frailes; todo lo tenía encomendado á las Juntas
de Beneficencia y al Consejo de id. que, repetimos,
lo hicieron con mucho celo, aunque no respondiesen
los resultados; la Reina, también lo hemos dicho, seguía
en su luna de miel, y ni por el cólera, ni por los frailes,
ni por los pobres, se quiso privar un día de la miel de
la luna; su marido... peor es meneallo. Mandando, pues,
A Galdiano, á las cuarenta y ocho horas escasas de los
horrores sangrientos y vergonzosísimos, que en e l acto
entrase en funciones de Corregidor, es claro que Galdiano,
el Regente de Audiencia, fué el inspirador del
( l) E l convento de San Bernardino y parte de su huerta, era
propiedad de los ascendientes del Ducado dicho, que los cedieron
á los religiosos con la condición de que el día en que dejasen
de ser convento, volverían áserpropiedad d éla casa donante; y
como tal sucedió con esta Real orden, reclamó el Duque el
cumplimiento de la citada condición, y los sucesores del señor
Galdiano eo la administración de justicia así lo declararon, y
*quel edifìcio y huerta son hoy propiedad de los descendientes
del donante antiguo, y el Ayuntamiento les ha pagado por
arrendamiento, en largos dieciocho aflos, cerca de cien mil duros,
á cinco mil cada año, hasta que el Conde de Romanones
sacó de allí á los pobres por razones que no son de este momento,
para llevarlos á ... donde están mucho p eorysin ventaja ninguna,
ni siquiera higiénica.