1 - DSpace CEU

— ¿Pero usted no quiere á sus padres y á sus her­
manos?
— Mucho.
— Pues ¿cómo los ha olvidado?
— ¡Cál ¿Olvidarlos? Nunca.
— Pues señora mía, digo, que parecía usted al prin­
cipio un espíritu transparente y sencillo, pero decir lo
que dice y afirmar ser verdad, tener familia y quizás
padres, quererlos mucho y á los hermanos; no saber de
ellos ni hacer por saber; vivir veinte años de limosna por
no trabajar; que eso de no saber, queriendo, uno úotro
oficio, y hacer en la mendicidad que la ampare y pro­
teja un párroco caritativo y que éste la envie aquí como
último recurso, no sé qué es, pero sí sé que me confundo
y no lo entiendo. Vaya usted con las Hermanas,
coma con las demás mujeres que lavan y cosen la ropa,
y, puesto que no puede usted hacer aquí lo que las
otras, irá á Alcalá, y ya veremos.
Me desasosegaba esta criatura, y antes de enviarla á
Alcalá volví á interrogarla.
— ¿Me va usted á decir la verdad?
— Como el día pasado.
— ¿Me la dijo usted? Pues es usted un misterio, una
criatura incomprensible. ¿Cómo vino usted á Madrid?
¿Quién la trajo?
— Me trajo un arriero á casa de una tía mía.
— ¿Cuándo?
— A los catorce años.
— ¿Y no ha vuelto usted á saber de su familia?
— Sí, al principio sí; mientras estuve con mi tía, si
supe. Y lloré mucho, y mi madre y hermanos también
al separarnos, unos para León y otros á otros pue-