1 - DSpace CEU

■que su abuela, mejor acompañado que su padre, y menos
influido de engañosas bastardías, de que le ha librado
el amor cristiano de su solícita madre y la sana
moral de casi todos sus raaestros? El Rey, que es un
niño ahora, esperamos que al hacerse hombre conocerá
mejor que hoy lo que conviene á su pueblo. ¿Bende-
-eirá entonces la memoria del venerable Bernardo de
Hoyos? ¿Será concepcionista?
¡Oh REUQüiA adorable! ¡ Oh fecha de mis amores!
La Política y la Religión.
Estas dos fuerzas sociales deberían llevar á los pueblos
á sus verdaderos ideales, á sus fines supremos, el
de la paz y prosperidad del individuo, de la familia y
de la nación en la tierra, y el de la salvación eterna en
el cielo.
N o sería difícil demostrar que la Iglesia ha hecho
y hace siempre lo que es de su deber para que esos
fines se alcancen; y más fácil aún que los Estados, lejos
de hacer el suyo, han empleado sus fuerzas sacrificando
hombres y riquezas en dificultar su consecución. Pero
no es de este momento, ni tenemos competencia para
acometer su demostración; sin embargo, por si alguno
cree lo contrario, dígannos si fueron mejores los tiempos
de Leovigildo que los de Recaredo; si los de Wi-
tiza que de Wamba; si los de Alfonso el Sabio que los
de San Fernando; de Enrique IV que los de su hermana
Isabel; si los de la Casa de Borbón que los de la Casa
de Austria; si cuando con esta Casa civilizábamos el
Norte de Africa, el Oriente de Asia, y hacíamos verda­
deramente española la América, desde Méjico y la Fio-