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ae habéis hecho entender vuestro anhelo de que se
restableciese aquella Constitución, que entre el estruen­
do de las armas hostiles fué promulgada en Cádiz el
año 1812, al propio tiempo que con asombro del mundo
combatíais por la libertad de la P atria. He oído
vuestros votos, y cual tierno padre he condescendi­
do á lo que mis hijos reputan conducente á su felicidad.
H e jurado esa Constitución por la cual suspira­
bais, y seré siempre su más firme apoyo. Y a he tomado
las medidas oportunas para la pronta convocación de
las Cortes. En ellas, reunido á vuestros representantes,
me gozaré de concurrir á la grande obra de la prospe-
dad nacional.® «Y sobre todo, añade Lafuente, estas
otras palabras, que con el tiempo, visto el ulterior
comportamiento de Fernando, han adquirido una triste
celebridad, y se citan como ejemplo de insidiosa fa U
sla: Marchemos francamente, y yo el primero, por la
senda constitucional (i).®
L a verdad es que si no hubiera más en el juramento
prestado por Fernando VII á la Constitución de Cádiz,
que lo que acaba de ofrecernos el popular historiador,
se debería anatematizar al hijo de Carlos IV como un
felón de marca mayor. Pero cuando veamos lo que el
historiador omite, ó por ignórancia ó por malicia, que
eso él se lo sabrá, mas nosotros no seríamos muy temerarios
si lo atribuyéramos á la segunda causa, teniendo
presente su tendencia revolucionaria en toda su obra,
aunque no excusaríamos nunca al Rey felón, le acom­
pañaríamos con la atenuante de que, siendo tan cana-
( 1 ) Idem, id., ibidem.