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del famoso hidalgo de Cervantes. Por eso llevan buenos, pero
baenos palmetazos, el inconmensurable Víctor Hijgo en sus Me­
morias, D . Angel Fernández de los Ríos con motivo de su Guía
dt Madrid, y el Sr. Conde de las Navas por algunas afirmacio­
nes de su reciente libro E l espectáculo más nacional. Estos ta­
les, y otros semejantes, vienen á veces un poco traídos por loa
cabellos, es verdad; pero al cabo vienen, y se van llevando casi
siempre su merecido. Decimos casi siempre, porque, á nuestro
parecer, en alguno que otro punto pudiera ponerse algún ate­
nuante (i).
También nos parece que hubiera ganado la obra si, emplean­
do un poco más de trabajo en la elaboración del texto, propia­
mente dicho, se hubieran relegado al fin, como apéndices, va­
rios de los documentos 6 piezas justificativas que se intercalan y
embarazan con su balumba el camino. Salvos éstos, que nos pa­
recen lunares, como nos lo parecen algunas incorrecciones de
estilo y transiciones bruscas (2), la obra merece plácemes. Porque
el espirito que le da sér y vida es genuinamente espafiol y católico.
Complácese el alma en ver cómo el Sr. Ciria defiende á su pa­
tria, á pesar de sus toros; y la impresión general que queda,
después de leída la obra, es recordar cuán hermosa profesión de
fe y de patriotismo entraña aquella popularísima copla que tan»
tas veces ha oído cantar el autor á sus paisanos y á todos los es-
pa&oles:
L a Virgen del Pilar dice
Que no quiere ser francesa.
¿Por qué? Porque la invasión francesa fué la invasión de la
traición, de la injusticia, de la crueldad, de la impiedad, de la
inmoralidad; y habiendo sido esto, la Virgen no quería ser fran­
cesa. Como, hoy mismo, si Francia no es más que la Francia de
íi) íAtenuante?—iDios nos libre!
(3) Eso si; pero, si Dios no nos dió m is talento, ya nos perdonará estas
faltas
QuoHÍam non cognovi .. ................................................................................................................