1 - DSpace CEU

Se le buscó y no se le halló, averiguando en seguida
por el jardinero que tenía Oliva (i) en la huerta, que
había saltado la tapia de la Moncloa durante la siesta.
Un día se presentó una especie de Medea alcarreña,
ni vieja ni antipática, llorando su desgracia de tener
que separarse de sus dos hijas, niñas también simpáticas,
de nueve y siete años. La viudedad, la pobreza y
tener que ganarse la vida, la imponían tan duro sacrificio.
Presentó la orden de admisión, filióse las huérfanas,
que hubieron de ir á Alcalá, donde las Hermanas de la
Caridad cuidaban de las niñas.
Sospechando del caso, indagamos y descubrimos,
que ni la madre era viuda, ni las hijas huérfanas, ni el
hambre las afligía. En una estación de la línea de Zaragoza,
vivían amancebados la madre y un empleado,
que ganaba lo bastante para los cuatro, y que, aunque
inmoral, era bueno para las tres.
Los celos, ó el demonio, les hicieron reñirse á los padres,
y ella, en venganza, se vino á Madrid é hizo lo
relatado, cambiando el nombre y apellido de las niñas.
En cuanto lo averiguamos pusimos la averiguación al
margen del registro, para que, si el padre venía, no prevaleciera
el asiento falso de la madre vengativa.
Y acabemos este relato de las entradas faltas de formalidad,
con una más notable que todas las citadas
juntas. Pero aquí no hubo verdadera superchería; fueron
suposiciones erróneas, que no hubieran surtido
( i ) Oliva (D. Manuel), el industrial de los coches ómnibus
que llevaban su nombre.