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L e nombraron teniente alcalde, y jzásl el primer día<br />

se sintieron los efectos en San Bernardino; había deco­<br />

misado unos melones, y los mandó á la Casa, «para los<br />

acogidos, cuidado®. Bueno, dijo el Interventor; pero á<br />

la otra multa, ya los probaremos nosotros, aludiendo<br />

á los empleados y á las Hermanas que estábamos allí<br />

para celebrar el agasajo.<br />

— Sí, ¿eh? dijo. A las Hermanas, bueno; pero á los<br />

empleados... lumbre.<br />

— Qué ocurrencias, qué buen humor tiene siempre<br />

Don...<br />

Pocos días se pasaron, y nos arrimó una multa de 40<br />

pesetas. Fué el de la Asunción; por no ir á la procesión de<br />

Nuestra Señora de las Maravillas, desde no sé dónde i<br />

D, Juan de Alarcón, ochenta chicos que hubieran ganado<br />

esa cantidad para el Asilo; ofició al Contador que nos<br />

descontase de la paga de aquel mes las 40 pesetas, y<br />

las descontó sin que nos valiera la bula ( i ), y guardamos<br />

la carta de pago como un trofeo de aquella campaña.<br />

Pero las cuentas de las 70 ú 80.000 pesetas no las firmamos,<br />

y visto ya que el hombre no se atrevería nunca á<br />

pedir á secas nuestra separación, pero que no omitiría<br />

medio para que un día le faltásemos y así reventarnos,<br />

porque, ¿cóm o se había de tolerar que el Director de<br />

San Bernardino desacatase al Comisario don X, que<br />

tenía cuarenta mil duros de renta? Y sinó, se nos achi­<br />

charraría la sangre y moriríamos de un sofocón...<br />

Puestas así las cosas, dijimos un día:

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