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Trono era antes que la Iglesia y las ordenanzas de la
policía antes que los mandamientos del Decálogo. Y si,
viendo que Aranda temía que nuestros soldados se mezclasen
con los franceses porque no se contagiasen con
las doctrinas de allá, que un día ¡insensato! acarició
engañado por sus ministros que, como las llevaban en
la cabeza y en el corazón, les dieron la exclusiva en las
escuelas de acá; y que Floridablanca, temblando siempre
por la misma causa, recogió velas, reaccionó hacia
Jos tiempos anteriores á 1767, y alentó y dió fuerza y
apoyo á la Inquisición, buscando el saludable remedio,
se adhería á sus ministros; hubiera tropezado con el
gran amigo de su hijo, con el favorito Godoy, ateo,
bigamo é inmoral, defendido por obispos hechura de
su escuela, que inutilizaban la acción del Santo Oficio
cuando intentó atarlo corto, lo redujo á la categoría de
un tribunal civil cualquiera, y, como vimos atrás, hasta
dejó impune al famoso catedrático de Salamanca, don
Ramón Salas, que hacía buena la doctrina de «el austero
abate Mably», considerando f u n e s t o e l d e r e c h o
DE PROPIEDAD. Pero, terco y soberbio, antes que confesar
su error, hubiera aceptado las consecuencias.
Y ya estamos en el siglo xix, donde cada día estalla
una tempestad y donde más que séres racionales pare­
cen locos los españoles.
DESDE GODÚY HASTA SAGASTA
Alguien quizás crea que juntamos estos nombres para
producir efecto solamente y para fascinar. Pero pronto
saldrá de su error y verá que son el alfa y el omega de
las ruinas de España, el uno por soltar los vientos y el