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decreto, dado por hombre que conoce su importancia,
SI cumple con su deber, necesita vigilar á toda hora y
servirse de personas y autoridades de la mayor confianza
en todas las esferas sociales y en todos los ramos
de la Administración. E l Rey debe querer el bien de la
generalidad y buscar sus consejeros entre los hombres
de virtud y de saber. Debe además, y sobre todo, dar
buen ejemplo. T al conducta en las alturas es de una
atracción irresistible. Si el pueblo no ve eso, supone lo
contrario, y es buena esa lógica del pueblo.
El primer Consejo ó Junta que escogió, hubiera hecho
algo bueno si el Rey la hubiera ayudado: tendía á la
vida tradicional, pero no tuvo apoyo. L os doceañistas,
con el golpe del 4 de Mayo, se estremecieron; como la
culebra esquivaron el golpe escondiendo la cabeza,
pero quedaron observando, y pronto vieron que el decreto
era un león sin dientes y sin uñas. Era un pelele
en campo de mies granada; era nada.
grandes, que ni podrá obscurecerlas el tiempo, ni olvidarlas jamás
mi real familia, mientras tuviere la gloria de reinar en la Nación
espallola.
Dándome por muy obligado y servido de mi pueblo de Ma-
ttnd, quiero que, mientras se presente ocasión de otra más señalada
demostración de mi aprecio y gratitud, nñada á sus títulos
c M, N. y M. L. é I. el de Heroica Villa de Madrid^ y á su
uustre Ayantamiento el de Excelencia; y para que lo pueda usar
y recibir en sus títulos y escritos que se dirijan al Ayuntamiento,
e manado expedir un Real decreto con esta fecha, y que de
particalar Tesorería se distribuyan en cada un% de las Parro»
^U'as de Madrid en el día de mi entrada 100 doblones, á juicio
® Ayuntamiento y de I04 párrocos, sobre lo cual prevengo hoy
mi mayordomo mayor lo conveniente, siendo sensible para
corazón que las actuales circunstancias no den por ahora lugar
á que mi Real ánimo le dé mayores muestras de mi natural
eneficeacia. Valencia 4 de Mayo de 1814.—Yo el Rey.»