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que ha muerto, y ahora añado que fué rey de España.
Un D is c íp u l o .— ¿Algún godo? ¿Pedro III de Aragón?,
qué hombre aquél ¿se acuerda usted del desafío
con el de Anjou?
P r o f e s o r .— Nada, no es ese, es otro.
O t r o D is c íp u l o .— Algún navarro, Cuatromanos, ¿us­
ted es navarro?
P r o f e s o r .— N o es navarro.
O t r o D is c íp u l o . — ¿Será el de los quinas portugueses,
D . Enrique?
P r o f e s o r . — S eñ ores, señ ores, p a re ce m en tira q u e
ningun o d e u sted es se a cu erd e d e u n re y tan ilu stra­
d o , tan sim p á tic o , tan m o d e sto y ta n ..... d e c id id o á
poner á España á la altura de los pueblos más civilizados
de Europa. Nada de curas, fuera conventos, ¡la industrial
|las artes! ¡el comercio! Agricultura, fábricas, maquinaria,
canalizar los ríos, ilustrar al pueblo. Eso pensaba,
eso quería y esos eran los ideales de D. José I, sí, señores,
José Bonaparte, que nuestros estúpidos abuelos
persiguieron de muerte, le pusieron motes, Pepe Botellas,
Rey tuerto, R ey plazuelas, y lo desesperaron y lo
abroncaron, y lo insultaron y lo echaron. ¡Pobre España!
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{No tendrá otro! Ese es el rey que yo quiero, y si yo
hubiese vivido entonces, me hubiera ido con él como
se fueron todas las lumbreras de la Nación.
No seguimos, porque en la Universidad, aparte hon­
rosas, muy honrosas y no pocas personas, hay tanto
borrego (i) que si no basta á abaratar la carne, es por-
( i ) «Fenelon fué un autor dramático inglés» les decía á
sus discípulos, un catedrático de Literalura gênerai de la Uni-
^rsidad Central.— D el Desastre Nacional y sus causas, por don
Damián Isem .— Segunda edición.— Madrid 1900. (Pág. 94.)