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andaba la primera virtud de Cristo entre aquella gente.
La página más vergonzosa, la más negra, la que más
afrenta á las autoridades de España, entre las que
encierra su historia, es la del día 17 de Julio de 1834.
Reunidos estaban en el Colegio Imperial el Capitán
general de Madrid, el Gobernador civil y el Alcalde
Corregidor. Empezaba allí el asesinato de los religiosos
y el asalto de los conventos, santo y seña aquel día de
la milicia urbana, de que era jefe superior el Corregidor.
Y a había empezado á correr la sangre y á ejecutarse
el saqueo. En presencia de las tres autoridades,
declarado ante el Juez Navarro por el Alcalde corregidor,
asesinaron sus subalternos á dos padres, y no
prendieron ni un sicario. L o mbmo se hacía y siguió
haciendo en otros conventos, y las autoridades... dejan­
do hacer...; los soldados... en sus cuarteles.
En la declaración citada, dijo el Marqués de Falces,
que fueron al Colegio porque se les dijo que lo habían
asaltado por haber los Padres hecho fuego á la turba
desde las ventanas. Como nadie había oído los disparos,
ni daban testimonio de ello los vecinos, se inventaron
otros motivos, y sólo prevaleció el que aún hoy
enseña la historia oficial; que los frailes habían envenenado
las aguas. ¿Dónde? ¿En los viajes, una de cuyas
llaves tenía el Corregidor? ¿En las cañerías, cerradas á
cal y canto? Sin embargo, ha convenido dejar vivir la
Calumnia para envenenar á la sociedad ignorante, vaya
en coche ó ande á pie, y con ello odiará siempre a sus
víctimas, que aquel día se dejaron matar sin que hubie­
se un urbano contuso ni herido. Mientras los unos asesinaban,
los otros se llevaban el oro y la plata, las perlas
y brillantes de los altares, lámparas, imágenes, cáli­