1 - DSpace CEU

— 199 —
diario, vida recogida, salidas con necesidad, asistencia
á entierros la menos posible y muy vigilada, sin altos
en las tabernas, ni en juegos, ni sacar para ello del taller
á les aprendices, que, hijos de padres honrados,
para ser recibidos, caminarían año tras año y examen
tras de examen, hasta salir oficiales aptos para cumplir
como tales y ganarse la vida fuera del Asilo.
Y se aprobó el reglamento, pero no se ordenó lle­
varlo á la práctica.
Y se fué el Sr. Carranza, que renunció la concejalía,
y fué el Sr. Aguilar á regir desde luego el seminario de
Córdoba, y después á gobernar la diócesis de Segorbe.
Busque usted dónde estar, nos dijo al marcharse, que
sus días están aquí muy contados. Y allí quedamos con
las Hijas de la Caridad, que aún continúan, aunque con
vaivenes, que explican lo que relató la Semana Católi­
ca el día de San Vicente de Paul de 1902 (i).
Nuestra dimisión.
Todo lo proyectado se vino al suelo, menos lo que
depende de las caritativas Hermanas. Y aquí empieza
nuestra dificultosa situación, que duró hasta que renun-
(1) Fué una hazafía propia del Conde de Romanones. Dia
que tiene hijas: ¿les sucederá á éstas lo que á la del Marqués
de Pontejos (otro valiente contra las monjas), que desamparada,
decrépita, enferma y casi ciega, llamaba á las puertas del Ayuntamiento,
en 1895, en demanda de socorro que, aunque prometido
por el Conde de Peñalver, en carta particular, todavía lo
está esperando?
Pues como Romanones demostró en el «Plutarco» de F.l L iberal
lo que fué Pontejos, y la Septana Católica ha dicho lo que