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grama, para oponerlas á las influencias tenebrosas y á
las intrigas de la camarilla de los Chamorros y Ugar-
tes, de la Perdiz y el Cojo?
Ya hemos visto la nobleza y respeto á la verdad, al
despachar las demandas de los apoderados del pueblo,
que presenciaron el juram ento, y que de hoy en adelante
dejarán de ser ñguras dignas de ser conocidas,
aunque oportunas, en aquella farsa para que el Ayuntamiento
no diese gato por liebre si no obligaba al Rey
á jurar, y luego dijera á la turba que había jurado.
¿Pues qué más pudo hacer que esto el coronel don
Francisco Moriera Campa, para que se diesen con el
carácter de reservados los informes de su conducta en
el día 9 de Marzo? ¿No era digna de un jefe de regimiento?
Verdad que en aquellos regimientos del Con­
de del Abisbal debía de estar algo averiada la dignidad,
y no muy entera en los de los subalternos de don
Francisco Ballesteros, cuando uno sólo no salió á la
defensa de su Rey. Luego debe quedar en la obscuridad
la persona de este coronel, lo cual nunca es reco­
mendable, según aquello de odit lucem q u i vialé agit.
L a sombra de este protegido de los revolucionarios,
asoma en los tres escritos siguientes:
36 /.* * Acuerdo de I S de Julio.— P á s e s e con oficio
á los Sres. Alcaldes Constitucionales interinos cesantes,
para que se sirvan inform ar lo que les conste y kaya
habido en su tiempo, respecto á lo que solicita este interesado,
en atención á que de las actas de aquel tieW'
po nada resulta, y can lo que digan, remítase a l Jif^
Político (i).
(i ) Es copia exacta del acuerdo del Ayuntamiento de la misma
fecha, y consta en el libro de Acias de 1820, folio 264, vto.