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sas en orden, y « San Isidro el Real ” tornará á ser la
iglesia de la Compañía, con la advocación del Santo
navarro, é irá San Isidro al templete de su capilla en
la parroquia de San Andrés, donde su divina Majestad
quiso que se le diera culto (i).
Pero el templo que hoy lleva su nombre, de verdad
está contra él, y le da la razón,-porque como santo
es justo. Véase aquella fachada de sillería y sus torres,
columnas y cornisas macizas y monumentales, dignas
de una catedral; véanse aquellos nichos vacíos porque
les quitaron sus estatuas, y véase el del centro,
ocupado por el Santo Matrimonio, donde lejos de sentirse
la santidad parece qae se guarecen y defienden
de un peligro. Con su arado, el Santo no mira al cielo
con éxtasis contemplativo, sino como á las nubes, con
temor de un pedrisco que lo deje sin cosecha. Santa
María, con su cantarillo, también parece que teme mo­
jarse, yendo por agua á la fuente. Es decir, que los
nichos vacíos piden las estatuas que los ocuparon y para
los que se hicieron; y el ocupado por los humildes la-
(l) E l intento realizado con la citada capilla se planteó primero
en el mismo sitio y fracasó por oponerse al ensanche ne-
ce5ario por el Norte la capilla del Obispo, y por el Este, Sur y
Oeste los propietarios limítrofes; planteóse la traza en seguida
en la plaza de la Cebada; se abrieron las zanjas y subieron los
cimientos á flor de tierra; faltaron recursos y se desistió de esta
®bra; se buscó otro punto en el Pretil de San Esteban, ó fuera
de la parroquia, con igual resultado negativo; y, por fin, se volvió
al primitivo, donde, prestándose á porfía todos los que an-
se negaron á ello, se llevó á cabo, durando ia obra diez
aOos, día por día, sin uno de interrupción, con gasto de 444
y pico de ducados, inclusos el refresco de poner la primera
y el piscolabis después de la fiesta, dejando el arca de
plata con el cuerpo del Santo en el templete ejecutado por fuan
Lobera.