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— Señor Marqués, si cerca de los cuarenta años no^-
sabemos lo que hacemos, ¿cuándo lo sabremos?
— Es que es muy grave su contenido.
— Más grave será su demostración.
— Es muy crudo, muy mortificante lo que insinúa.
— Bengalas, Sr. Marqués; fiiegos artificiales, casi fá-
tuos; la demostración, la demostración será lo más crudo
y mortificante. ¿Quiere V. E. que firme, por ejemplo,
una partida de doscientas resmas de papel á diez
pesetas cada una, que presenta el contratista, con uo
se necesita del Regente por todo justificante?
— Y o no puedo mandar eso.
— Ni yo firmarlo, aunque lo manden cien Comisa-
sarios.
Ahora, desatinado el Marqués y los concejales con
los oficios escritos, con el miedo á la lectura del mortificante
papel y con el deseo de hacerlo desaparecer,
emprenden esta maniobra, que lo agrava más todo.
Al día siguiente nos decía Martínez Luna que tenía
encargo de arreglar el asunto, entregando el expediente
al concejal ofendido, y al otro ya no podía, porque
la renuncia constaba en un registro oficial.
— De puño y letra del autor, Sr. D. Pedro— le contestamos;—
como que, para nuestra seguridad, antes de-
cerrar el oficio, lo copiamos de nuestra mano en el
«Registro de salida de documentos», y este libro cons
ta en el inventario de nuestra entrega, con los folios
que tiene escritos y en blanco.
¿Está bastante claro, que toda la aspiración del Ayun­
tamiento, con su Alcalde Presidente, se reducía Á BO­
RRAR aquella página del Director pobrete, descamisado^
y testarudo?