1 - DSpace CEU

intervenidas, y hasta con el V.° B.® del Regidor Comisario,
como si ya estuviera nuestra firma. Y dimos al
proveedor y al Interventor y al Comisario con la puerta
en las narices, diciendo para acabar:
— Ninguna de esas cuentas las firmará el Director de
los Asilos, mientras las primeras no las mande autorizar
el Ayuntamiento, y mientras las segundas carezcan
de justificación.
Figúrese el lector la atmósfera que formarían los in­
teresados contra el Director: «Está loco>, decía el Interventor.
El Regidor Comisario bufaba: nos ponía
motes: descamisado, soberbio, pobrete. Todos los em­
pleados le daban la razón, aun los que afrentaba ctn
sus groserías.
Que no éramos intransigentes, se demuestra aquí:
Que se dijera que de una tienda de sedas se llevaba
al Asilo cartones, mármoles y caloríferos de hierro, sería
todo lo indecoroso y abusivo que se quiera para el
concejal tendero, que eso se ve todos los días; pero
como era verdad que habían entrado los cartones y la
lápida y el calorífero en el establecimiento, pusimos
nuestra conformidad á la cuenta, sin la menor resistencia.
L o que sí hicimos fué tomar nota de la cosa y juntar­
la con otras, por si un día teníamos que hablar de la
delicadeza del Comisario, contra el cual presentíamos
estallar pronto, como sucedió. Véase;
Cuenta originalísima que debía grabarse en bronce y ,
fijarla en las esquinas de Madrid en vísperas de elec­
ciones municipales.