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adores reclama que se vayan éstos á su casita y que<br />

los sustituya el que debe ser cifra de la fachada. Esta<br />

es soberana, magnífica, pero empobrecida por la falta<br />

de sus estatuas. ¿Y aquellas puertas de hierro? Propor­<br />

ción guardan las laterales con la principal, y ésta con<br />

la fachada, en armonía tan admirable, que salta á la<br />

vista. Aquellos barrotes ¡hay que mirarlosi, soberbios<br />

son los doce de cada hoja, y el eje respectivo ¡caba-<br />

llerosl es una viga de lo menos cien arrobas de peso. Y<br />

arriba, en la base del medio punto, como el sello de<br />

la grandeza, está el escudo imperial. Fachada, torres,<br />

columnas, nichos y puertas de hierro en unidad perfecta.<br />

Subamos de la calle al atrio; también la puerta del templo,<br />

de madera, guarda proporción con la descrita de<br />

hierro, y también con sello característico; en cada hoja,<br />

en el tercio superior, tarjetón en alto relieve; la de la<br />

derecha: IH S; la de la izquierda: M; es decir, Jesús y<br />

María. Y a no hay que decir quién va á dar culto en<br />

aquel templo. Si el escudo de fuera recuerda á la íami-<br />

lia del Emperador Carlos V, este «Jesús y María" es la<br />

cifra emblemática de la Compañía de Jesús. |Claro!<br />

como que entramos en el templo dedicado á aquel es­<br />

pañol, incomparable Apóstol de las Indias, que recuerda<br />

el amor de Dios del Apóstol de las Gentes. Puesto el<br />

pie en el templo y admirando su soberbia nave, su alta<br />

cúpula, su capacidad y magnificencia, se deja casi sentir<br />

la extrañeza de no descubrirse una catedral. Nave úni­<br />

ca, sin coro en medio, sin puertas laterales proporcionadas<br />

á la principal, ni asomo de claustros, disipan la<br />

extrañeza y alegran el alma, que siente reaparecer el<br />

grandioso pensamiento que empezó á descubrir al con­<br />

templar la fachada, y cuya grandiosidad se revela al

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